Puente
JUANJO GARCÍA DEL MORAL La idea de trasladar la festividad de San José para que se celebre siempre en lunes, propugnada por algunas comisiones de fallas, ha sido tajantemente rechazada por el sector más inmovilista del mundo fallero, temeroso de perder parte de su poder. Un poder basado en gran medida en la capacidad de hacer pasar por el aro a la mayor parte de la ciudadanía, sometida durante las fiestas de las fallas al dictado de las comisiones falleras, que en esos días imponen su ley por encima de cualesquiera otras razones. Pero la propuesta no debería caer en saco roto. Hace ya tiempo que las fallas dejaron de ser las fiestas josefinas, centradas como están en nuestros días en los interminables desfiles en honor de la Virgen: San José apenas aparece ya, ahogado por la mezcla de fragancias de la ofrenda a la Geperudeta. El muy tradicionalista mundo fallero es el primero que ha dado la espalda a la tradición que dio origen a la fiesta y por eso no es el más indicado para rechazar la idea del traslado de fechas apelando precisamente a ese origen traicionado. Pero, al margen de la tradición, hay argumentos de peso para apoyar la idea, que beneficiaría tanto a los falleros que aspiran a mejorar su fiesta como a aquellos otros miles de ciudadanos que no sólo no tienen nada que ver con ella sino que buscan desesperados cada año la mejor manera de evitar las múltiples incomodidades que trae consigo. Celebrar San José siempre en lunes proporcionaría un largo puente festivo que sería beneficioso para todos. El número de visitantes foráneos aumentaría y el sector de la hostelería se aseguraría buenas cajas. Los falleros, por su parte, dispondrían de un largo fin de semana para dar rienda suelta a su imaginación festera. Y aquellos que quisieran podrían escapar de la ciudad sin ley en que Valencia se convierte durante las fiestas. Pero es difícil que la idea prospere. El mundo fallero ve en ella un ataque a los cimientos de su desmesurado poder, capaz de condicionar incluso el urbanismo de la ciudad: hasta el diseño de plazas se supedita a la fiesta, de forma que los nuevos árboles que se plantan son siempre de especies pequeñas, para no estorbar a las fallas.
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