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EUSKAL HERRIA ESCONDIDA

El túnel de San Adrián

La que fuera durante siglos la principal ruta de entrada de Guipúzcoa hacia Castilla, después de pasar por la Llanada alavesa, tenía en el túnel de San Adrián uno de los principales hitos viarios no sólo de este camino, sino de las grandes vías de comunicación del norte de la Península. Son decenas los testimonios de peregrinos y viajeros que alabaron la existencia de este paso natural que evitaba la ascensión de la sierra de Urkilla en una época en la que los rigores climáticos debían ocasionar verdaderos sufrimientos a los caminantes. El túnel de San Adrián se encuentra entre Guipúzcoa y Álava, de tal manera que cuando el viajero entra por la boca alavesa desemboca en una amplia panorámica del Gohierri guipuzcoano, mientras que si viene de la costa en dirección a Castilla, cuando sale del túnel lo que se le ofrece es una mirada sobre toda la Llanada alavesa. Aunque no tan frecuentado como antes, cuando además de capilla llegó a tener una venta en su interior donde daban exquisitas viandas para quien se las podía costear, el túnel de San Adrián todavía es hoy lugar de paso para los aficionados a la montaña que pasean por la sierra del Aitzgorri. En los tiempos en que formaba parte de la ruta que desde el Bidasoa llegaba a la Llanada alavesa, el túnel de San Adrián era visto como algo sobrenatural por los viajeros que procedentes de Europa querían llegar a Castilla, los menos, y a Santiago de Compostela, la mayor parte. "Le aseguro, señor, que nunca he visto nada tan espantoso", relata un miembro de una embajada francesa en 1666. Otro viajero, 60 años más tarde, dirá que "esta montaña de San Adrián es la más alta del mundo y se necesitan más de dos horas para llegar a lo alto. Una vez allí se ve una roca de un solo bloque, enorme como el castillo más grande que se pueda imaginar. Hay en su centro un túnel horadado que se llama el túnel de San Adrián. Cuando se mira abajo, todo parece desde allí un precipicio". Los relatos de estos siglos (hay documentación del paso de San Adrián desde el siglo XII hasta mediados del XVIII, cuando dejó de utilizarse este camino en beneficio de la ruta del valle de Léniz) ofrecen una imagen que puede parecer exagerada para un lector que ve a diario las obras de ingeniería más inverosímiles. Pero para aquellos viajeros que venían de Europa por una Francia de suaves colinas y espacios abiertos, la mole rocosa de las sierras de Urkilla y Aitzgorri debería antojárseles como una pared infranqueable, hasta que veían el agujero de un túnel que en unos 50 metros ("un tiro de ballesta" calculaba un embajador italiano en 1525) les presentaba en la Llanada alavesa. La configuración del túnel de San Adrián se asemeja a un embudo: la entrada guipuzcoana es amplia, tanto que se construyó un tabique, que todavía hoy está en pie, para moderar los rigores del invierno en el interior de la gruta; mientras que la salida a Álava es estrecha y aparece parcialmente escondida: la altura de esta boca es tal que se cuenta que este lugar fue el único donde Carlos V humilló su imperial cabeza. No fue una casualidad que Carlos V pasara por San Adrián: el túnel se encuentra en el recorrido del primer camino real de Guipúzcoa y Álava que tanto poder dio a localidades como Zegama, Segura, Zalduondo, Luzuriaga o Audikana. Así que son numerosos los relatos de ilustres personajes que tienen referencias a este paso. El estudioso Julio César Santoyo recoge en Una pequeña odisea navideña las penalidades que sufrieron un tal Federico II del Palatinado y su numerosa corte por detenerse a celebrar la Navidad en Segura cuando se dirigían a Castilla. Todo ello a pesar de que los vecinos de la villa guipuzcoana les recomendaron que primero pasaran el túnel de San Adrián, antes de que lo cerrara la nieve. Lo que le sucedió a la corte de Federico II, según cuenta su secretario Humberto Tomás de Lieja, no tiene desperdicio. Después de celebrar cristianamente el nacimiento de Jesús, la comitiva se puso en marcha el 26 de diciembre de 1538, "con la ayuda de muchos hombres para que fueran limpiando los caminos". "Pero era tal la fuerza con que soplaba el viento", continúa Humberto de Lieja, "que nos llenaba los ojos de nieve y nuestros guías dijeron que no era posible seguir adelante con aquel tiempo. Así que fue preciso regresar a Segura donde, además de las burlas y chanzas de que fuimos objeto, apenas si nos quisieron recibir aquellos pérfidos vascos: nos bombardeaban con bolas de nieve y no nos quedaba más remedio que aguantarnos". Aquella comitiva consiguió superar los ventisqueros de la sierra de Urkilla después de afanosos trabajos y no pocas pagas a los vecinos de los alrededores para que les guiaran. Pero esta alegría de los vecinos de Segura al recibir a viajeros y peregrinos se iría apagando poco a poco hasta que a mediados del siglo XVIII, los intereses de familias ricas y poderosas que tenían su residencia en villas como Urretxu, Bergara o Mondragón pudieron más que la costumbre. Así se desprende del nuevo recorrido que se diseña para el camino para coches desde Leintz-Gatzaga hasta Irún, con la consiguiente indignación de las villas por las que pasaba la antigua vía, oposición que encabezó la hasta entonces alegre Segura. Y como suele ocurrir en estos casos, "sucedió lo que sucede siempre con las mejoras que trae en pos de sí el progreso; la nueva carretera de Salinas mató a la vía secular, y bien pronto quedó ésta abandonada, en términos que, medio siglo después, no se conservaba en el país, como no se conserva hoy, ni memoria de que, para ir y venir de Castilla a Francia, había un camino que atravesaba la altiva y nevada montaña de Araz, por un maravilloso subterráneo". El alavés Becerro de Bengoa, en una de sus colaboraciones para la revista Euskal-erria, a fines del siglo pasado, explica claramente la derrota que sufrieron los pueblos por los que iba la ruta de San Adrián cuando se construyó el camino de Salinas. Sin embargo, los esfuerzos por revitalizar el paso de San Adrián llegaron hasta un proyecto de canal que uniera el Cantábrico con el Mediterráneo. Este canal seguiría el camino antiguo hasta Zegama y el puerto de Otzaurte para luego dirigirse desde Alsasua al canal de Tudela. Fue éste un intento quijotesco por revitalizar ese paso del mar a la meseta que, aunque no directamente, sí quería recuperar los honores perdidos del túnel de San Adrián.

Datos prácticos

Cómo llegar: Los accesos al túnel de San Adrián pasan por la carretera N-1. Si se llega al túnel por Álava hay que desviarse en Salvatierra hacia Zalduondo. Desde aquí se puede llegar con coche hasta unas catas petrolíferas donde se inicia el camino a pie hacia San Adrián. Para acceder a la entrada guipuzcoana hay que desviarse en el puerto de Etxegarate hacia Zegama, en cuyo puerto de Otzaurte se tomar una pista que lleva al túnel. Alojamiento: A los dos lados del túnel hay ofertas de casas de agroturismo. En Álava, se puede acudir al caserío Sagasti Zahar de Maturana (tel. 945 317158) o a Adela Etxea en Ozaeta (tel. 945 317033). También en Salvatierra, el hostal José Mari (tel. 945 300042). En Guipúzcoa, Arrieta haundi en Zegama (tel. 943 801890) y Tellerine en Zerain (tel. 943 582031). Además, un poco más abajo del túnel de San Adrián, ya en Guipúzcoa, está el refugio de montaña conocido como Casa de los Mikeletes, donde hay comida y alojamiento en fines de semana y vacaciones. Comer: En Zegama: el Concejo (tel. 943 801299) y Manolo Jatetxe (tel. 943 801195). También en Segura, restaurante Imaz (tel. 943 801025). En Salvatierra, los restaurantes Merino (tel. 945 300052) y el citado José Mari.

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