_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Haciendo país

Cuando España era tan mítica que ni siquiera existía, dicen que una ardilla podía viajar desde el Pirineo hasta Cádiz -o lo que allí hubiera antes de las tapas y el fino- columpiándose de árbol en árbol. Hoy una ardilla nacionalista podría viajar desde el Bidasoa hasta el Calera -ese río tan pequeño y occidental que huele a quesuco- y bajarse hasta el Ebro sin apearse del burro, a condición de saltarse a la torera los popularísimos aledaños del Zadorra. Si además fuera de derechas no saltaría el Pirineo y tendría que esquivar toda una reserva oriental -vean un mapa de urnas- donde campan las águilas no se sabe si, a falta de un comunicado, sólo negras o también bicéfalas. Ahora bien, lo que se dice una ardilla de derechas a secas podría coincidir con la jelkide en el mismísimo árbol de Gernika. Claro que, para que se diera lo último, tendría que producirse un fenómeno ecológico denominado tripartito de tornillo, o sea que Peluquín y Bigotazo reanudaran en plan Fixi y Foxi -las simpáticas ardillas de dibujos animados- el idilio que se quebró bajo el madroño madrileño. Pero igual las cosas están tan a pájaros que, por mucho que los más gorjeen, saquen pecho e hinchen las plumas buscando aparearse como locos -y no sustituirse al papel, como es la moda- coge la ardillita y se entrega al aguilucho sólo para ver qué se siente cuando a una le secuestran las decisiones ya que de secuestrarlas sabe lo que Pujol y más. Así lo ve el loro mayor del reino a quien parecen repugnarle más los menages à trois que los trenes rigurosamente vigilados. Pero ojito, no vaya a ser que, con tanta ardilla, cacatúa y Tarzán colgando de las ramas, el árbol nos impida ver el bosque. Con que menos sumas y más pesquis porque se acaba de producir cierto hecho que podría resultar determinante para los destinos de este pueblo. Un estudio realizado por la clínica Euskalduna acaba de demostrar que los vascos no reaccionan a la Viagra como los demás pueblos. El descubrimiento que cabría calificar de colosal constituiría la primera prueba verdaderamente científica de la vasquidad y se revelaría como la herramienta más eficaz a la hora de demostrarla. ¿Que alguien alberga dudas sobre su verdadera identidad incluso después de haberse traducido tirando de nomenclátor todos los apellidos o, al menos, aquellos que le parecían dudosos? Bastaría con administrarle una pastilla azul, enseñarle un objeto/a erótico con irreprochable pedigrí y aguardar la subida del termómetro. Si éste lo hace en un 64% en vez del 73% standard, hay vasco. Sin embargo, el hecho de que frente al resto del mundo los vascos reaccionemos a la baja, si se puede expresar así, no debería acomplejarnos, ni mucho menos. Porque el estudio citado revela que la Viagra funciona aquí como en Lima con los pacientes medulares mientras que arroja los índices más bajos -la mitad de la media mundial- en los casos de impotencia de origen psicológico, con lo que se demostraría que tenemos una psique no sólo distinta sino a prueba de bomba. Y como los asuntos identitarios son fundamentalmente cosa mental ¿cómo no íbamos a lanzarnos de cabeza al expreso de Lizarra? Una vez subsanado el efecto secundario de verlo todo azul igual que si estuviéramos en el país de los Pitufos podríamos utilizar la Viagra para cosas tan importantes como saber quiénes nos son más afines, no fuera que estuviéramos poniendo los ojos en Irlanda cuando nos convendría ponerlos en algo tan monolítico como Suecia, porque se les sube parecido. La única pega está en el machismo que destila el método, agravado por la no pequeña circunstancia de que, según algunos científicos de prestigio mundial y equivalente al del profesor Franz de Copenhague, viviríamos en una sociedad matriarcal. En tanto se encuentra para la mujer una prueba más concluyente que la de que sólo vasca endereza a vasco consolémonos con que por ser miembros -sin retintín- del género humano, tenemos unas y otros 50 genes distintos a los chimpancés. ¿Verdad que nadie lo diría a la vista de este escrito?

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_