La hora de la ciudad interior
Hoy como ayer, continúa vivo el viejo debate entre renovación urbana y producción de nueva ciudad, es decir, entre la "reforma interior" y el "ensanche" utilizando la tradicional jerga al uso. En este sentido, España mantiene una sorprendente extravagancia en el urbanismo europeo contemporáneo y que puede resumirse en una acertada idea recogida en la denominada ley valenciana (Ley 6/94 Reguladora de la Actividad Urbanística): en nuestro país "se edifica mucho y se urbaniza poco". Sin perjuicio de las eventuales actuaciones en el rústico, donde más se edifica es en la ciudad interior, en los centros históricos, sustituyendo edificaciones preexistentes por otros de mayor superficie construida (aprovechando las mejores rentas de posición), lo que conlleva sobredensificación y sobrecarga en los espacios y servicios públicos existentes. Este implacable proceso, causa principal de la degradación de nuestra ciudad interior, viene agravado por la ausencia de creación de nuevos tejidos urbanos con buenos productos inmobiliarios alternativos que pudieran competir con aquellos, de manera análoga a como se ha producido y produce en nuestro entorno europeo. La razón de esta singular característica española se encuentra en la tradicional legislación urbanística española: el mantenimiento de una rancia concepción jurídico-instrumental que, en la práctica, impide que el urbanizable se urbanice con una mínima eficacia. Afortunadamente este problema ya no existe en la Comunidad Valenciana. La ley valenciana del 94 ha conseguido quebrar aquellas rigideces estructurales y gracias a los procesos de concertación establecidos entre Administración, urbanizador y propietarios, se está poniendo en carga nuevo suelo urbanizado en una cantidad que alcanza las 30-35.000 viviendas/año, oferta que viene a equilibrar la demanda media anual de la Comunidad. Este nuevo escenario de producción urbana es el que va a propiciar la definitiva y tan demandada renovación de nuestras ciudades históricas. La competencia de los nuevos productos inmobiliarios, aconsejará conservar el patrimonio de valor y acomodar y tender, en general, al mantenimiento de los aprovechamientos históricos de los edificios preexistentes pues en esa cualidad radican sus ventajas comparativas: el encanto de los viejos trazados urbanos y espacios públicos insertados en la memoria historia colectiva, la enorme riqueza de la diversidad de usos y tipologías tradicionales ya interiorizadas y valoradas socialmente, las ventajas de su centralidad urbana y las indudables mejoras de accesibilidad a través de los modernos modos de transporte público, etcétera, etcétera, son elementos singulares trascendentales que constituirán los motores del nuevo proceso de renovación urbana emergente. Pero ¡ojo!, no será tarea fácil. La intervención en estos ámbitos espaciales, abandonados a su suerte desde hace demasiado tiempo y donde coexisten múltiples intereses contrapuestos, perfilan un escenario mucho más complejo que la intervención en el urbanizable. Por ello resulta necesaria una intervención pública más catalizadora, no sólo en lo que se refiere al control e impulso de la gestión empresarial privada, sino también y sobre todo a la intervención financiera en actuaciones de reurbanización de espacios públicos y reutilización social de contenedores de relevante valor y en medidas de subvención a la rehabilitación privada a través de ayudas a los usuarios, con especial atención a los más jóvenes: incentivar e incrementar, aún más de manera decidida e intencionada, las políticas de renovación urbana puestas en marcha desde los años noventa. En este sentido, la propia ley valenciana prevé innovadores instrumentos de ejecución concertada, hoy casi inéditos, aplicables a los procesos de rehabilitación-recuperación de los centros históricos, capaces de mejorar muy sustancialmente la gestión y desburocratización en la intervención urbana interior. Por lo tanto, divúlguense y pónganse en servicio. Aprovéchense las circunstancias en que se encuentra nuestra Comunidad. Tengamos en cuenta que, incluso sin esa instrumentación legal, otras ciudades españolas como por ejemplo Barcelona, Santiago, Oviedo o Vitoria, están recuperando sus centros históricos de manera solvente y acertada y han generado unas sinergias enormemente positivas para su desarrollo urbano y socio-económico. Hora es de replantear las políticas activas en nuestras ciudades. En una etapa en la que la oferta de nuevo suelo urbanizado se encuentra garantizada a corto-medio plazo, resulta necesario dedicar todos los esfuerzos a una labor tan necesaria y trascendente para el futuro urbano y para la calidad de vida de sus ciudadanos como es la decidida intervención en su ciudad interior. Que no se pierda la oportunidad.
Gerardo Roger Fernández es arquitecto y profesor asociado de Urbanística de la Universidad Politécnica de Valencia.
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