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Alfa y Omega

DE PASADAEl ritual es muy gracioso. En los aledaños del Palacio de Congresos y Exposiciones hay un Salón del Automóvil formado por coches usados, mal que bien lavados, mal que bien pagados. Los Vovis improvisan líneas imaginarias en un parking rociero y campestre. Dentro, hay otro Salón del Automóvil en el que se exhiben bugas relucientes, carros de ensueño. Los usuarios de los coches del primer Salón abandonan sus utilitarios con cierto desdén y pecan de infidelidad conyugal ante los cantos de sirena del elevalunas y el tapacubos. En el diccionario de los coches hay un mecánico verbal, un soldador de palabras. Se hincan de hinojos ante el coche deseado, se hacen fotos al volante o junto a los alerones. El Alfa Spider es un biplaza de Alfa Romeo en el que sólo hay sitio para Julieta. La Ford está de enhorabuena. Se hizo la paz sindical de Almusafes y allí están los dos hijos de la controversia y de la productividad, el Focus y el Ka. Rubén Díaz, del departamento de ventas, dice ufano que en Detroit un bisnieto de Ford, el fundador, vuelve a hacerse con las riendas dinásticas. Mitsubishi Montero parece un ciudadano de padre japonés y madre española. "Ito se ha comprado un Puma en la competencia". A los futbolistas les encantan los coches de vértigo. Los tres americanos del Caja San Fernando tienen un Opel Omega por barba. La automoción es el refugio de los clásicos. Los futbolistas compran los coches de procedencia alemana en El Coronil, la patria gastronómica de Curro donde gobierna el jornalero Diego Cañamero. Vuelve el espíritu del seíta. Todos se quieren meter en el coche; parece el camarote de los hermanos Smart, coalición sobre ruedas de la Mercedes Benz con una firma suiza de relojes. Gonzalo Tavares creó en 1929, durante la Exposición Iberoamericana, un servicio de coches de alquiler. Su hijo mantuvo la tradición y tiene como oferta estelar la limusina para novios, embajadores y actores de renombre. Ortega Cano y Rocío Jurado alquilaron uno de esos ciempiés para la boda del colorín. Son coches suecos. Volvo eres y en limusina te convertirán. Ajeno a la vorágine de coches, el colegiado Brito Arceo terminaba de comer en el restaurante La Albarda y se dirigía al Benito Villamarín para pitar el Betis-Salamanca. Saluda al bético Gregorio Conejo. No hay lugar para el soborno por la pitanza. "Ya venimos comidos", dice en presencia de sus mosqueteros.

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