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Afanes poéticos

Entre todos los afanes en los que nos volcamos como esperanza o como defensa, como medio para conseguir el éxito o para mitigar el miedo, los hay de mucho mérito por su condición de altruistas y generosos, cualidades que van significando menos porque no garantizan ni fama ni eficacia ni, mucho menos, dinero. Entre esos afanes, a algunos los sentimos tan lejanos y ajenos como si pertenecieran a otra galaxia o al pasado, tan poco prácticos que pasan a nuestro lado sin dejar huella, desapercibidos entre otras rarezas que andan a contrapelo de los tiempos. Así ocurre a veces con la literatura y casi siempre con la poesía. Todo eso pensé mientras asistía a la presentación del libro Contraluz de la lírica, de Fernando Ortiz, aquí, en Sevilla, y mientras escuchaba al autor lamentándose de que quienes le precedieron en la palabra le dificultaban su discurso porque en lugar de coronarle con el laurel de la sabiduría le habían asignado la aureola de santo. Tal como él se la asigna a Eliot en su obra, me atrevo a opinar, sin que ello implique merma de admiración ni de reconocimiento. Y es que parece ser que Ortiz, siguiendo su propia cita de Eliot sobre la función de la crítica literaria, "promover la comprensión y el goce de la literatura", más que criticar, propaga la poesía. Llevado por ese afán, quizá, Fernando Ortiz comenzó su discurso hablando de otro poeta que allí se encontraba entre los oyentes: Augusto Oliveira Mendes. El motivo era el mismo, pues desde Abrantes, un pequeño pueblo del Alentejo, Augusto Oliveira dirige Canal, una revista literaria ibérica -mayor rareza imposible- bilingüe, con poetas y literatos españoles y portugueses, financiada por el Ayuntamiento de Abrantes y con la colaboración de otro propagandista de las letras también sevillano: Abelardo Linares y su editorial Renacimiento. Se me ocurre que la dificultad de disfrutar la poesía comienza por su misma naturaleza íntima, doméstica, necesitada de un tiempo espacioso y solitario, con palabras tan quedas que apenas alteran el silencio, demasiado sensible para resistir las tensiones de la comunicación. Por todo ello deseo que sus propagandistas tengan éxito.

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