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Tribuna:DE PASADA
Tribuna
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Movida

Varios miles de jóvenes vagan como espíritus sedientos durante las madrugadas de los viernes y los sábados en busca de una plaza donde beber con alboroto sus cervezas, orinar en las esquinas y tapizar con residuos de toda clase el suelo de los campamentos urbanos. A esta formidable romería juvenil la llaman en todas partes La Movida. Ahora que en Granada los contingentes policiales impiden a La Movida que penetre y ocupe hasta la hora del alba los emplazamientos favoritos, y la obligan a errar por la ciudad en penumbra en busca de un lugar sin vigilancia donde levantar sus vivaques, el nombre cobra sentido, pues verdaderamente se mueve. En sus orígenes, sin embargo, La Movida, era una reunión constante y quieta de individuos que pimplaban con devoción y empeño en las aceras de ciertas calles. Porqué bautizaron como La Movida a un concilio estático y de hábitos alcohólicos firmes es un misterio. Tampoco tiene explicación por qué La Movida ha pasado de ser un atractivo para turistas y visitantes y se ha convertido en una temida procesión que inquieta los sueños de las personas decentes. Hemos dicho temida, pero en realidad es un desfile absurdo. La idea adoptada por el delegado de Protección Ciudadana, César Díaz, y apoyada por el subdelegado del Gobierno, Julián Urbano, de disuadir a La Movida mediante grandes despliegues policiales ha extendido el temor en toda la ciudad, ya que ahora esta especie de Santa Compaña urbana se desplaza de aquí para allá sin un destino prefijado y, al mismo tiempo, ha adquirido una consistencia fantasmagórica. La Movida se puede dividir en varias decenas de grupos incontrolados y móviles que recorren la noche con sus ruidos, sus motos, sus bebidas, sus besos, sus conversaciones y su basura. Es curioso: los residuos que deja tras sí La Movida es lo que ha incitado a las autoridades a enviar a sus policías, como si más que responsables del orden fueran responsables de la limpieza y la pulcritud de la ciudad, fuerzas previsoras del aseo y del comedimiento. A este paso en las plazas volverán pronto a campear aquellos viejos carteles de las tabernas andaluzas: "Se prohibe el cante, escupir y blasfemar".

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