Tensión en las aulas
Recorrido con profesores y alumnos por un instituto que acoge a niños con problemas de adaptación
La tensión ha empezado a sentirse en algunos institutos del sur y del este de Madrid. El Celestino Mutis, de Villaverde, ha sido el último caso. Allí, hace dos semanas, la convivencia se llegó a degradar hasta el punto de que los mismos estudiantes hicieron huelga para forzar a que la Administración tomase cartas en el asunto. Fue un ejemplo del conflicto diario en el que viven profesores y alumnos en ciertos centros.Una mañana en un instituto así lo demuestra. El centro elegido, cuyo nombre se omite por deseo del claustro, corresponde a la zona sur. Es un edificio en el que las vallas se mantienen cerradas todo el día. Para entrar hay que llamar por un telefonillo. Dentro, los 700 alumnos que cursan BUP y COU han visto cómo llegaban este curso 400 nuevos alumnos de primero y segundo de ESO. De éstos, 50 niños de entre 12 y 13 años pertenecen a programas de integración y educación compensatoria (destinados a proporcionar conocimientos básicos a jóvenes conflictivos que carecen de ellos). La entrada de estos pequeños ha afectado al centro. Profesores y alumnos, desorientados ante el comportamiento, en algunos casos violento, de los menores, tratan de adaptarse a sus nuevos compañeros.
"Son críos que han crecido en condiciones extremas. No conocen lo que es el respeto a los tutores y la disciplina. Para ellos, estar en el colegio es como si les restasen la libertad de la que desde pequeños han disfrutado", asegura una profesora.
De los 400 nuevos estudiantes, los más conflictivos han sido destinados a clases donde profesores con años de experiencia en este tipo de educación tratan de controlarlos y, si hay suerte, enseñarles algo. Estos educadores, diariamente, han de conjugar la disciplina con la comprensión. "Son como encantadores diablillos. Has de estar todo el día encima de ellos, porque, de lo contrario, te lían alguna", comenta otro profesor.
Los estudiantes de cursos superiores no acaban de acostumbrarse a los juegos, llenos de patadas y puñetazos, y a la actitud desafiante de estos menores. "A veces tenemos miedo", asegura cabizbaja una alumna. "Entendemos que son chicos que necesitan ayuda especial, pero su forma de ser y de relacionarse con el resto asusta", añade.
El temor no sólo es patrimonio de los estudiantes. Los profesores también se confiesan asustados. Uno reconoce, durante una de sus guardias por los pasillos, que hay momentos en los que pasa miedo. "Nunca sabes por dónde te van a salir. Un día te amenazan y otro te los encuentras saliendo por las ventanas. Cuando les regañas, se te encaran. Para ellos, la violencia es algo natural, la maman desde jovencitos", añade.
Durante los recreos, cuatro docentes controlan voluntariamente el patio para que no haya problemas. "Ante la falta de personal tenemos que pasar nuestro rato libre vigilando", señalaba otro profesor. Como si de un acuerdo tácito entre estudiantes se tratase, el patio se divide en los recreos. A un lado, los alumnos de BUP y COU. Al otro, los pequeños recién llegados. Y en medio, los cuatro o cinco profesores de guardia. "Te das cuenta", comentan otro profesores, "los chavales se separan. No quieren mezclarse con los nuevos. Es paradójico, pero los mayores temen a una parte de los chicos más pequeños", asegura. Los corrillos de estudiantes de BUP se disuelven cuando uno de los menores corre cerca. Si se les pregunta algo a estos críos, continúan con sus juegos, no parece importarles lo que sucede a su alrededor y los profesores prefieren que no se les atosigue.
"No tenemos nada en contra de ellos", reconoce una estudiante del centro. "Simplemente nos asusta un poco la actitud de algunos chavales. Te amenazan a la mínima", comenta.
La enseñanza como tal ocupa un pequeño lugar en la jornadas lectivas de estos chicos. "Si de una hora de clase consigues que los chavales mantengan la atención durante 20 minutos es todo un logro. No obstante, nuestra función aquí es conseguir que los chavales se integren y se formen como personas", concluye un profesor.
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