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Economía

Miquel Alberola

MIQUEL ALBEROLA A principios de los setenta Ford fijó sus ojos sobre Almussafes, una población que a pocos kilómetros del vecindario más limítrofe no significaba mucho más que el nombre de un montado de sobrasada, queso y cebolla a la plancha. Sin embargo, Almussafes saltó a la fama, catapultada por la decisión de Ford, que estuvo fundamentada en suculentas bonificaciones por parte del Gobierno de España. Al sur de Europa, Almussafes reunía lo básico: conectividad terrestre, aérea y marítima. Y sobre todo, mano de obra verde y barata, que es de lo que se trataba. A cambio de esta virginidad tan asequible la factoría animó jornales e innovó el paisaje de este pueblo, que pasó del percherón y el carro crujiente al aerodinamismo silencioso de los últimos modelos diseñados por la empresa. Pero también alteró su espíritu: la recaudación del Ayuntamiento en impuestos municipales se disparó y las cuentas de las entidades bancarias se hincharon. Alrededor de esta factoría prosperaron muchas empresas de suministros y servicios, fortaleciendo la economía valenciana y contribuyendo, con la producción de alrededor de 1.600 vehículos diarios, a la buena salud de la balanza comercial. El efecto Ford determinó la economía valenciana de un modo tan formidable que la amenaza de la empresa de desmontar y largarse ante el pulso salarial que mantiene con sus trabajadores pone de relieve su fragilidad. Más allá del posible drama interior de diez millares de trabajadores, que es tremendo, la brecha que provocaría en la economía valenciana el traslado de Ford sería de pronóstico reservado. En el fondo, la euforia económica de este territorio tan dinámico, que llena tantas bocas y discursos, estaba pegada con saliva. Ford vino por la misma razón que ahora esgrime para irse: ahorrar dinero. Ciertamente, no se le puede exigir paternalismo ni patriotismo a una multinacional, aunque se haya bebido parte del caudal público. Como es el caso. Por desgracia, la misma regla volátil rige para el turismo, que es -¿hasta cuándo?- otro punto de apoyo importante en la riqueza de este país. En realidad, ¿cuántos grados en la escala de Richter puede soportar la economía valenciana antes de destartalarse?

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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