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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Ford y sindicalismo

A raíz del conflicto en Ford, al igual que en anteriores casos como el Metro de Barcelona, se están oyendo opiniones descalificantes de la actuación sindical basadas en sus privilegios comparativos o su supuesta cerrazón al bien común por su negativa a ceder a la pretensión empresarial de flexibilidad. Resulta triste leer el mensaje subyacente: los hay que están peor. ¿Y...? Olvidan, los que así opinan, que la realidad nos demuestra que sólo la presión de los trabajadores produce mejoras, éstas nunca son un regalo. Que la fuerza para esta presión sólo exista en grandes empresas y en las administraciones, por ser donde el empleo es más (?) seguro, es el triste sino del sindicalismo actual. Pero por ser así es básico que no se tire por la borda el poco margen que nos queda a los trabajadores para marcar pautas que mejoren globalmente nuestra situación. Y digo bien, globalmente, porque la pretensión de que una mayor flexibilidad fomentaría el empleo sólo se la creen los ingenuos y la dicen perversores de opinión. Al igual que una de las ecuaciones económicas básicas, ahorro= inversión, puede derivar en =trabajo= consumo= menos ahorro=..., duda metafísica que hace que todos los economistas tengan y no tengan razón, la proposición: flexibilidad= empleo puede derivar, de hecho es así, en =precariedad= mMayor explotación de los trabajadores en activo= menos empleo nuevo. ¿Por qué sólo se nos vende la primera parte de la proposición? ¿Por qué no es esta otra: estabilidad= menos horas= más empleo= menos beneficios de unos pocos= más satisfacción de la mayoría? ¿Demagogia? Claro, de clase, soy trabajador, pero ¿acaso no es demagogia empresarial decirnos que su bien es el de todos? ¿Cuál es la pretensión perversa? Así, pues, el Sindicalismo, con mayúsculas, debe existir, ser beligerante y no dejar la solución de los problemas (ejemplo, jornada de 35 horas) en manos del legislador, porque éste, por definición, va por detrás de la realidad, y la transformación de ésta debe ser obra de los trabajadores mismos o no será.-

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