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La sinécdoque perversa

El desmadre verbal en que ha ido derivando la campaña electoral vasca podría tomarse como una feria de los desatinos. Lo bueno es que, rasca que te rasca, y con el permiso de los pistoleros, muchos están diciendo lo que de verdad piensan sobre esa cosa tan difícil que algunos seguimos llamando España. Así nos conocemos todos un poco mejor. Y como está de moda hablar claro, aquí no vamos a ser menos. Uno de los más graves problemas que tiene la idea de España, amén de un perfil histórico movedizo, es que pertenece a una cadena de asociaciones semánticas muy difícil de romper. El eslabón más duro es el de patria, que está muy cerca de patrimonio, que a su vez está rozando el de propiedad. Y esto no ocurre porque sí, sino porque la rancia derecha española, con la ayuda de la Iglesia Católica, un Ejército "apropiado" y otras instituciones, ha envuelto siempre sus intereses privados en esa retórica, cuyo núcleo compacto es una sinécdoque perversa, también encadenada: derecha igual a patria, patria igual a España, España igual a represión, etcétera. Los nacionalistas, ya puestos, continúan: España igual a franquismo, castellano igual a imperialismo (fue Arzallus quien dijo que el castellano era el idioma de Franco), españoles igual a represores. Y ahí entramos todos, incluidos los que también fuimos reprimidos por Franco y sus largos secuaces. Pero principalmente entran las clases populares de toda España, víctima principal de esa retórica. Los que fueron a morir por ella a unas guerras absurdas allende las fronteras, mandados por un ejército incompetente que se pasó corriendo de sus enemigos todo el siglo XIX, y parte del XX, al tiempo que aplastaba cualquier brizna de libertad en el interior, por ejemplo. Pues por todo eso, la responsabilidad que están asumiendo algunos, en especial los nacionalistas vascos, al propagar esa colosal mentira, que es tomar a la derecha española por toda España y a todos los españoles por enemigos de ellos, y haciéndosela creer a sus jóvenes generaciones, es de tal calibre que ya no se encuentran palabras. En cuanto a Cataluña, mejor atenerse a lo que ya dijo Ortega en 1932: "El problema catalán es un problema que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar". ¿Que el pueblo vasco no cabe en la Constitución? A lo mejor es ésta tan grande que no cabe en la mente del que lo dijo. ¿Que España no es una nación? Si no lo fuera, no se ocuparían tanto en destruirla. Pero lo más triste del panorama de estos días ha sido ver, desde Andalucía -la tierra que más que ninguna otra padeció y padece a la España caciquil y meapilas-, a los acólitos de esta perversión apuntarse también a la ceremonia y arrimar el ascua a su sardinita. Andalucistas sin norte ni sur esgrimiendo sus vaguedades de siempre. Comunistas crepusculares, proclives a la contradicción, como la mariposa al fuego: autodeterminación sí, independencia no. Lo que nos faltaba. Y cómo no, la derecha repintada diciendo cosas como la del señor Barrero, presidente del Senado: "Diecinueve voces hablando sobre la Constitución sería un guirigay". ¿Hay quien dé más? Pues sí: la nueva Patria de la Constitución, la autonomía y la solidaridad. Demasiado para algunos.

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