San San
La ONG Periodistas Sin Fronteras ha iniciado una campaña mundial para que diversos medios de comunicación apadrinen a los periodistas que están en la cárcel, víctimas de regímenes totalitarios. Hay bastantes presos, porque ya se sabe que el primer afán de los tiranos consiste en secuestrar la palabra pública. Me enviaron las biografías de las víctimas para que escogiera un ahijado entre ellos. Qué difícil tarea, espigar entre tanto dolor y tanto miedo. Pensé primero en alguno de los dos cubanos que se pudren en las cárceles de la isla, maltratados por ese dictador que parece tan simpático cuando sale de viaje (recomiendo la lectura de El hombre, la hembra, el hambre, de Daína Chaviano, para apreciar el desvarío del régimen de Castro); pero al final me decidí por San San Nweh: tal vez porque es mujer, tal vez porque también es novelista, y sobre todo porque es de Birmania, un país remoto del que no sabemos nada y no nos importa. Pero vivimos en un planeta cada día más pequeño, y sí debería importarnos la ferocidad del régimen militar birmano. San San, de 54 años y madre de cuatro hijos, lleva desde octubre de 1994 en la cárcel de Insein, un lugar siniestro, famoso como centro de tortura, en donde han encontrado la muerte varios presos políticos. San San ha sido condenada a diez años por cosas tan peregrinas como participar, filmada de espaldas, en un reportaje de la televisión francesa, y por hablar críticamente del Gobierno con periodistas extranjeros. No sé si será capaz de resistir viva y psíquicamente entera durante seis años más en ese agujero. Pienso ahora en ella, mientras tecleo libremente mis opiniones (ejercer este simple derecho le ha costado muy caro a San San), y me pregunto qué estará haciendo en este momento. Qué rejas contemplará, qué piojos se rascará, qué afiladas angustias estará intentando resistir.
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