Nuevo líder, nuevo discurso
Los socialistas no quieren entrar en Ajuria Enea con el PNV a cualquier precio
Los socialistas vascos van de estreno en estos comicios. Tienen un nuevo líder desde su tercer congreso, celebrado en octubre pasado: Nicolás Redondo Terreros. Han utilizado por vez primera el sistema de elecciones primarias para elegir a su candidato a lehendakari: Redondo. Los fantasmas de los casos de corrupción domésticos -como el fraude en las oposiciones de Osakidetza - no les pisan los talones, a diferencia de lo ocurrido en las autonómicas de 1994. Y el síndrome de Guadalajara no parece haber cruzado la frontera psicológica de Pancorbo para afectar a sus dirigentes. Por estrenar, han estrenado hasta un discurso contagiado de un desapego a la poltrona del palacio de Ajuria Enea desconocido en épocas precedentes. Y para rematar la faena, frente a la cacofonía de mensajes procedentes de las familias guipuzcoana, alavesa y vizcaína, Redondo ha impuesto una disciplina férrea para que los tres altavoces del socialismo vasco suenen igual o, en su defecto, los que distorsionen permanezcan más o menos desenchufados hasta el 25-O. ¿Táctica o estrategia?
La salida del Gobierno vasco, a pocos meses de los comicios, fue la tarjeta de presentación de esa nueva orientación. Un estreno en toda regla presidido por un lema: Las cosas claras o, en lenguaje constitucional y estatutario, "señor Arzalluz, con los socialistas de cualquier manera y a cualquier sitio ya NO", que repite estos días el candidato socialista. ¿Realidad o ficción?
Es verdad que Redondo ha picoteado en los más que diversos y enfrentados panales del socialismo. Y, pese a no estar ungido con el don del carisma, el momento parece el más apropiado para convertirse en aquel timonel que soñó ser Ramón Jáuregui en 1994. Y un miembro de las juventudes socialistas se pregunta en alto ante el Peine de los Vientos, de Chillida: "¿Será verdad que ahora, con Nico, nos va a salir redondo?
El PP está dispuesto a desplazar del segundo puesto al PSE en estas elecciones. Y, sin embargo, como si de una pareja de corredores escapados se tratara, ambas formaciones se ayudan, convergen en la letra grande de sus discursos frente al "nacionalismo excluyente" y sus líderes gritan a los parroquianos convencidos de eso de "que no te engatusen, elige Ermua y no Lizarra". El objetivo: que las urnas rebosen como si de un duelo Aznar-González se tratara y la participación supere el 70%. De hecho, el mejor de los resultados del PSE hay que buscarlo en las elecciones generales de 1982, cuando votaron Por el cambio en Euskadi 348.620 electores (el 29,30%).
Es cierto que el PSE, aprovechando la escisión en el PNV, ganó las elecciones autonómicas de 1986. Pero Txiki Benegas entregó entonces Ajuria Enea "a Arzalluz, no a Ardanza", como ha recordado Felipe González en Ermua. "Nos equivocamos, Txiki", admitió el ex presidente. Y desde entonces la sangría en votos no ha cesado en las contiendas autonómicas.
Ni siquiera la convergencia en la primavera de 1993 con Euskadiko Ezkerra (EE), el partido que entonces lideraban Juan María Bandres y Mario Onaindia, llenó el zurrón socialista. Y eso que el techo electoral de EE se elevó a 124.423 votos justo en las mismas elecciones en que los socialistas obtenían el mejor de sus resultados autonómicos.
Una buena porción de la tarta de los euskadikos sirvió para que los seguidores de Julio Anguita dejaran de ser un partido extraparlamentario en la Cámara de Vitoria y firmaran seis actas de diputado. Y muchos de ellos también colocaron a Onaindia como el candidato vasco más votado al Senado. ¿Por qué siglas se inclinarán todos ellos ahora?
Mucho antes de la convergencia con EE, el PSE había integrado en la casa común al Partido Comunista de Ignacio Latierro. Y en estas elecciones ha seguido con la teoría de la suma, con el partido de Nueva Izquierda, una formación que en Euskadi no puede presentar en su pechera más que la pegatina de "testimonial".
Junto a todo esto, Redondo mantiene, a sus 40 años, su tradicional discurso sindicalista, que no abandonó ni en los peores momentos de las políticas antiobreras del PSOE de los 80. Y repite hasta la extenuación lo del "compañero Jospin o Schröder".
El vuelco electoral que dibuja la última encuesta oficial del Gobierno vasco -con una Euskal Herritarrok encaramada a la segunda posición- sitúa al PSE empatado con el PP. Manteniendo sus 12 escaños, pero con el riesgo de "convertirse no ya en la tercera fuerza, sino en la cuarta", según se apresuró a decir Xabier Arzalluz. El mismo que siempre ha admitido la consistencia del voto socialista pese a la tormenta que no termina de escampar en ese partido centenario.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.