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No son gigantes, son molinos

Los molinos de viento son hoy excrecencias de piedra en el perfil regular de la Plana de Xàbia. Del mismo modo que los márgenes que utilizaron los árabes para transformar las inhóspitas laderas de esta estribación montañosa del Montgó en terrazas de cultivo, las torres, en algunos casos desmochadas, de los molinos han echado raíces en la naturaleza y en el paisaje. Lo que en la actualidad queda de esas recias construcciones sirve para entender el desarrollo humano -que no depredador- del medio y es uno de los pocos vestigios que continúa en pie de la sociedad agrícola y tradicional de la localidad costera de Xàbia. Los 11 molinos de la Plana dejaron de funcionar en el siglo XIX. El incipiente capitalismo que se fraguó con la exportación de la pasa condenó a la desaparición prácticas económicas de subsistencia que con la articulación de los mercados devinieron anacrónicas. Para la molinería, que en la Marina Alta gozó desde el siglo XVII de un cierto auge -en esta comarca se han inventariado 30 molinos de los 47 existentes en toda la Comunidad-, empezaron a soplar malos vientos, y ya a mediados del XX la existencia de los molinos sólo se vislumbraba en las desmedradas y abandonadas torres de piedra que coronan oteros y montañas. En la actualidad, los molinos de la Plana constituyen un importante reto en la labor de recuperación del patrimonio cultural que realiza el museo municipal Soler Blasco. La reconstrucción de los tres molinos de propiedad municipal -uno de ellos del siglo XIV- y la creación de un museo de la molinería son las etapas culminantes de un proyecto con el que se pretende escarbar en la historia cotidiana de la Xàbia tradicional y agrícola. Para ello, el Ayuntamiento se ha integrado en el programa europeo Raphael y en una red que forman ciudades de Portugal y Hungría donde la molinería también fue, y en algunos casos es, una práctica económica habitual. El proyecto de recuperación de los molinos trasciende, sin embargo, los límites etnológicos para adquirir una utilidad social más honda. Así, el programa Raphael se fundirá con otra iniciativa europea que con el nombre de Integra-Labora Vita pretende ayudar a personas con dificultades para encontrar trabajo, inmigrantes, parados de larga duración o jóvenes con problemas de inserción. Tras un periodo de formación, esas personas serán las encargadas de restaurar los tres molinos municipales de la Plana y de amueblarlos con la maquinaria que hacía posible la producción de harina. El proyecto incluso prevé que se restituyan las aspas que movían toda esa maquinaria. Así las cosas, los molinos de la Plana de Xàbia, que entraron en desuso con el auge del del comercio de la pasa, sirven ahora para combatir a uno de los gigantes de la sociedad actual, el desempleo. Los molinos de Xàbia recobrarán, a costa de esta paradoja, esa silueta poderosa y soberbia que llevó a Don Quijote a confundirlos con amenazantes gigantes. Sus aspas bracearán movidas por el viento y por el interés de crear nuevos atractivos turísticos en la zona.

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