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Los estudiantes reclaman lo que el ministro promete

Cada cuatro años se producen manifestaciones estudiantiles en Francia. Cuando llega una nueva remesa de alumnos a la enseñanza secundaria se repiten las protestas. Sus principales reivindicaciones son el aumento de profesores y la disminución de los estudiantes por aula, medidas necesarias, según ellos, para paliar el fracaso escolar.

"A menudo se dice que un alumno se encuentra en situación de fracaso escolar porque no está motivado. La experiencia pedagógica nos enseña lo contrario: un alumno no está motivado porque fracasa". En esta frase de Philippe Meirieu, responsable del texto ¿Qué saberes enseñar en los institutos?, en el que se basa la reforma de la enseñanza francesa, está resumida la filosofía racionalizadora y voluntarista de su proyecto.

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Meirieu y el ministro Claude Allègre tienen intención de organizar la vida interna en los institutos, mejorar la expresión escrita de los estudiantes y proporcionarles lugares de reunión. Los responsables educativos pretenden también acabar con las clases con 40 alumnos, una situación a la que se ha llegado a pesar de que las estadísticas demuestran que hay un profesor por cada 11 alumnos, según ha reconocido el ministro.

Demasiadas optativas

¿Cómo se explica entonces que tantos profesores no sirvan para prestar una atención personalizada a los alumnos? Por dos problemas principales: la desmesurada multiplicación de asignaturas optativas y el absentismo de los educadores, como admitió también Allègre. Los casi 4.300.000 alumnos de los institutos públicos -otro millón largo acude a centros privados concertados- han salido a la calle para pedir más profesores y mejores horarios, para reclamar la supervivencia de la educación como servicio público y la garantía de la democratización del acceso al saber.

Meirieu y Allègre les han prometido esos profesores suplementarios, pero también una concepción más coherente de los programas. Pretenden retornar a los valores éticos fundamentales y a la vez adaptar la educación a la modernidad tecnológica.

Por un lado, se reivindican la filosofía, la literatura, las matemáticas, las ciencias y las lenguas extranjeras, mientras por otro se generaliza la utilización de la informática y se facilita el seguimiento del trabajo de cada alumno.

La política, en el sentido noble del término, de preocupación colectiva, reaparece para proponer un civismo adaptado al momento. En el mayo del 68 los alumnos reclamaban menos control, ahora piden más, para que les den una completa educación en valores.

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