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Dos atletas ponen a prueba en La Concha su capacidad para nadar 100 horas seguidas

"Lo único que nos incita es el propio espíritu de superación; no buscamos nada más", aseguraba Carlos Peña mientras su hermano menor, Iñaki, ertzaina de profesión, se lanzaba al agua entre el público asistente a la salida de su particular travesía de la bahía de La Concha. Desde ayer a las tres de la tarde, los hermanos Peña tratan de superarse a sí mismos para llevar aún más lejos su propio récord de resistencia nadando de espalda: pretenden hacerlo durante 100 horas seguidas. En este caso, no se puede hablar del mero interés por situarse en el libro Guinness de los récords. Ellos ya aparecen en sus páginas después de nadar de espalda durante 72 horas ininterrumpidas hace dos años en el río Ebro a su paso por la localidad navarra de Lodosa, donde ambos residen.

Dos hermanos se relevan para nadar 100 horas seguidas en La Concha

Ayudados de unas aletas y embutidos en un traje de neopreno que les proteja del frío de las aguas del Cantábrico en estas fechas, los hermanos Peña esperan coronar el éxito nadando, siempre de espalda, en turnos de cuatro horas hasta el próximo domingo a las siete de la tarde. Junto a ellos navega una embarcación encargada de solventar cualquier problema que pudiera surgirles en el trayecto prefijado desde el puesto de la Cruz Roja, en el muelle donostiarra. Éste discurre por la zona del Club Náutico, playa de La Concha, Ondarreta, y vuelta al muelle. Durante la travesía, los atletas pararán apenas un minuto cada media hora para tomar algo de azúcar, galletas y beber líquidos. Los tiempos están perfectamente prefijados cara al éxito del proyecto. Cada uno de los hermanos Peña utilizará sus cuatro horas entre relevo y relevo para dormir al menos 3 y dedicar el resto a comer, recibir masajes y curar las heridas producidas por el roce del traje de neopreno. La preocupación suscitada en los días previos por las pésimas condiciones meteorológicas se convirtió ayer en apunte de satisfacción para estos dos atletas con experiencia en pruebas similares, aunque de menor duración, como la travesía del lago Ness en Escocia o el descenso del río Miño. "Menos mal que hemos tenido suerte al comienzo del proyecto pues no solo nos ha acompañado el sol sino que, además, la mar está perfecta", aseguraba Carlos. Sus problemas se circunscriben ahora a mantener el ritmo de turnos, que se hará más duro con el paso de las horas. Conservar la moral es la única opción cierta para alcanzar el éxito en una prueba cuya dificultad, apuntaba el mayor de los hermanos, está más en la cabeza que en las propias fuerzas. "Será muy duro colocarse el neopreno en plena madrugada para saltar al agua con una temperatura media de 14 grados en estas fechas", comentaba. Nadar en plena guerra El intento para mejorar la marca se le ocurrió a Iñaki (29 años), consciente de que no necesitaría demasiados argumentos para motivar a su hermano. A sus 33 años, hace ya un par de temporadas que Carlos exhibe en solitario el orgullo de haberse convertido en el primer hombre que cruza a nado el lago Titicaca en Perú. Dada su altitud -entre otras razones- se forman olas capaces de hacer fracasar cualquier intención de enfrentarse a él nadando. Para este antiguo atleta, las opciones de seguir haciendo deporte y combinarlo con la aventura, en ocasiones extrema, se abrieron hace ahora 10 años, cuando decidió comenzar a practicar la natación con una sola condición: utilizar exclusivamente el estilo espalda. De esa guisa se propuso y logró ascender el río Neretva, el mismo que parte en dos la ciudad de Mostar. Lo hizo en plena guerra de la antigua Yugoslavia y a punto estuvo de ser detenido por espía.

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