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Reportaje:

Jubilado en Usera, "tiburón" en la Bolsa

El anciano que legó su fortuna de 600 millones a la Comunidad se enriqueció con acciones de Telefónica y Telepizza

La Bolsa le convirtió en multimillonario. Julio Martínez Bujanda, el jubilado que legó 600 millones de pesetas a la Consejería de Sanidad, era un tiburón en el mercado de valores. Sus amigos aseguran que durante toda su vida "tuvo ojo de lince" para el negocio bursátil. Pero ello no fue obstáculo para que durante 34 años trabajase 18 horas diarias como policía municipal (por la mañana) y acomodador del cine Tívoli (por la tarde).Pese a la fortuna que amasó, Julio no era un hombre popular en el barrio de Usera, donde vivía. Sus vecinos le consideraban autoritario, gruñón e incluso tacaño. Y citan como ejemplo que llegó a deber 50 recibos de 1.000 pesetas cada uno a su comunidad, que se negaba a pagar porque aseguraba que ese dinero no tenía un fin útil.

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Beneficiados y olvidados

Martínez Bujanda nunca estudió. Hijo de agricultores, dejó su pueblo natal de Luquin (Navarra) en 1936. Sus vecinos aún recuerdan que se marchó "con unas pocas perras en el bolsillo". "Se fue a Madrid, porque aquí no había trabajo para los jóvenes", rememora Jesusa Gil, de 84 años, vecina de este pueblo de 150 habitantes y dedicado principalmente a la agricultura.

Tras la Guerra Civil, en la que participó como sargento, Martínez Bujanda, pensionado por una herida de guerra en la mano, entró en la Guardia Municipal de Madrid. Por las mañana patrullaba en el barrio de Usera y, como era usual en aquella época, cobraba tasas municipales a los vendedores ambulantes. Cuando acababa su horario en el Ayuntamiento, cambiaba su uniforme municipal por otro de acomodador del cine Tívoli. El horario era de cinco a diez de la noche.

Los fines de semana jugaba al fútbol como centrocampista en el equipo Ferroviario. En los años cincuenta conoció a un empleado de banco, al que entregó sus primeros ahorros para que los invirtiera en bolsa. Compró acciones de Teléfonica. Posteriormente amplió su campo de acción hasta jugar con acciones de Iberdrola, Unión Fenosa, Dragados y Telepizza. Su cartilla de ahorro de jubilado creció de esta manera hasta acumular 600 millones de pesetas.

Ya retirado, y con tres pagas -por mutilado de guerra, policía municipal y acomodador de cine- percibía 200.000 pesetas mensuales.

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El año pasado, Julio enfermó. Sufría una cirrosis hepática. Ingresó en el Doce de Octubre. Sin embargo, según su albacea, el abogado José Salvador Angón, allí no se consideró bien tratado: "Decidió entonces ingresar en una residencia privada del barrio de Santa Eugenia, justo al lado de mi despacho". Al empeorar su estado de salud, una amiga le aconsejó hacer testamento. Recurrieron, por eso, al despacho del albacea.

Martínez Bujanda sufrió una recaída en febrero, cuando aún no había firmado el testamento. En esta ocasión, y debido a su "mala experiencia" en el Doce de Octubre, pidió ingresar en el Gregorio Marañón. Allí se sintió muy bien tratado y decidió dejar su fortuna a un colegio de huérfanos. No especificó cuál y el albacea, ante esta imprecisión, añadió la coletilla de la Comunidad de Madrid, según él mismo reconoce. "Yo le pregunté si quería testar a favor de su hermano, fraile en Venezuela. Y Julio me contestó: "Mi hermano tiene bastante con Dios". Luego le señalé que el colegio de huérfanos no existe como tal, y le indiqué que, en todo caso, el servicio de atención a los menores dependía de la Consejería de Sanidad, por eso a ella ha ido destinada la herencia". El albacea confirmó que Martínez Bujanda, con un carnet especial, iba todos los días a la Bolsa de Madrid y que tenía un gran paquete de acciones, principalmente del BCH, Banesto, Fenosa e Hispanoamericano. El año pasado pagó a Hacienda tres millones de pesetas.

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