Encuesta
ADOLF BELTRAN Era uno de los absurdos artilugios de una vieja serie de televisión que tuvo cierto éxito. Maxwell Smart, el más torpe de los miembros del contraespionaje, la utilizaba para regocijo de los espectadores. Cuando tenía que mantener una conversación confidencial, Superagente 86 se colocaba bajo la campana del silencio. Él y su interlocutor se veían entonces obligados a hablar a gritos porque no se oían. Desde fuera, en cambio, se percibía nítidamente todo el jaleo. Los socialistas valencianos han estado instalados en un artefacto parecido desde que perdieron las elecciones autonómicas: mucho ruido fuera, ningún entendimiento dentro. En esas condiciones es ilusorio pensar que puedan cosechar adhesiones. Y sin embargo, la encuesta que el otro día publicaba este periódico ha causado alguna perplejidad en sus filas. No habrá sorprendido, desde luego, a Eduardo Zaplana, quien tiene motivos para estar satisfecho pese a que, probablemente, ya disponía de sondeos con resultados similares a los que arroja el trabajo de Demoscopia. Poco más de ocho puntos de ventaja sobre el principal partido de la oposición, después de tres años de gobierno, es un buen bagaje para afrontar un curso electoral como el que ahora comienza. Es comprensible la euforia de los populares, aunque en realidad la encuesta venga a revelar que las cosas siguen más o menos como quedaron en las autonómicas de 1995. Por otra parte, la magnitud de la brecha que el líder socialista, Joan Romero, debe tratar de reducir es seria y le vendría bien contar con un partido a la vez más unido y más renovado del que encabeza, con dirigentes más dispuestos a ceder el banquillo y más coherentes en sus posiciones (salvo los seguidores de Ciprià Ciscar y los del propio Romero, situados en los dos polos de la polémica, prácticamente todas las tribus del PSPV han pasado del enfrentamiento al apoyo, o del apoyo al enfrentamiento, con el secretario general). Es verdad que en el interior de ese partido hierven unas contradicciones que habría sido peor aplazar. Son las contradicciones derivadas del conflicto entre una manera de hacer política que los ciudadanos mandaron a la oposición hace tres años y otra manera de hacer política que está por construir, por inventar. Si la encuesta sirve para que dejen, por un momento, de hacer ruido inútilmente, eso que habrá ganado la izquierda valenciana. Salir de la campana del silencio, abandonar la burbuja orgánica para escuchar el rumor de la calle. Ese es su reto. El de los otros, los populares, resulta bien distinto: contener la borrachera del éxito. El electorado, al fin y al cabo, no regala nada a nadie, no da cheques en blanco. Y hace bien
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