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El naufragio de una ambición

La tragedia del lago de Banyoles hunde sus raíces en una ambición empresarial y en remotas rencillas entre las familias que gestionan las dos únicas concesiones de viajes turísticos. Simón Rodríguez, un joven emprendedor de origen modesto, consiguió levantar un pequeño imperio a la orilla del lago a partir de una pequeña pesquera tradicional. La pesquera d"en Lero tomó rumbo de gran negocio con rápida expansión a partir del momento en que Rodríguez se casó con la nieta del patriarca de la familia Roura, el nonagenario Joan. Muchos en Banyoles todavía recuerdan al joven Simón limpiando con ahínco las pequeñas barcas de pesca, aunque ahora lleve las riendas de un negocio en el que, además del catamarán ecológico causante del naufragio, se cuenta otra embarcación de similares dimensiones y un edificio de tres plantas, que a decir de los puristas rompe la estética del lago, que reúne un bar con terraza, una sala de baile y un local musical. La expansión de la empresa La Carpa de l"Estany debía completarse con la próxima apertura de un apart-hotel en los pisos superiores.La relación entre las dos familias que se disputan los paseos turísticos por el lago dista mucho de ser tan mansa como sus aguas. Joan Coromines, patrón del primer barco ecológico que operó en el lago, desempolvó ayer una denuncia en la que se consideraba agraviado por unas antiguas manifestaciones efectuadas contra su barco, que había sido definido como bomba ecológica por un político local y en la que también acusaba a su rival de incompetencia profesional. La demanda fue desestimada por el juzgado número 5 de Girona en 1995. El enfrentamiento entre las dos empresas era conocida por todo el pueblo y ayer mismo fue reconocido por el propio alcalde, Joan Solana. "Era una competencia terrible que se remonta a 30 o 40 años". No obstante, Solana quiso matizar las diferencias de talante entre ambos empresarios: "Coromines tiene una concepción alejada de la masificación, en sintonía con el plan de usos del estanque redactado por el municipio, mientras que Rodríguez tiene una política comercial más agresiva." Esa agresividad le ha permitido comerse un 70% del pastel de los viajes turísticos, aunque muchos vecinos aseguraban ayer que también fue el fruto de esta agresividad lo que le llevó a trucar su barco para obtener una mayor rentabilidad económica y a sobrecargarlo de pasaje. Un viaje con 141 personas proporciona más ganancias que dos de 70. Por eso los jubilados franceses se apretujaron en La Oca mientras la otra embarcación de la empresa permanecía varada en la orilla. El alcalde de la ciudad no tuvo ayer ningún reparo en afirmar que el ayuntamiento debía frenar constantemente la voluntad expansiva de la empresa, a la que había expedientado en más de una ocasión.

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Grupos de vecinos se concentraban ayer junto al lago, ante La Oca reflotada, conteniendo la rabia hacia Simón Rodríguez y su suegro Benet Gayolà, capitanes de una ambición que ha desembocado en un terrible naufragio que ha mancillado para siempre sus bucólicos parajes.

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