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La esposa de Cordón lee cartas enviadas durante su secuestro en las que dice que quería volver a casa

Pilar Muro, esposa del empresario zaragozano Publio Cordón, leyó ayer en el juicio que se sigue en la Audiencia Nacional por el secuestro de su marido y por primera vez en público, siete cartas enviadas por el secuestrado durante su cautiverio. En las misivas, dirigidas por Cordón a su esposa, sus hijas, su madre, su hermana y a un amigo ya fallecido, el empresario relata que sus captores le mantienen en un espacio de unos tres metros cuadrados e insta a su familia a efectuar el pago cuanto antes, ya que tiene un pacto con los GRAPO y desea volver a casa cuanto antes.

Las cartas de Publio Cordón fueron leídas ante el tribunal en la sesión de tarde. A su salida de la Audiencia, Pilar Muro explicó que las cartas reflejan el cariño que el empresario secuestrado sentía por su familia y su preocupación por ser liberado cuanto antes para reincorporarse al mando de sus empresas. Según Pilar Muro, hasta ahora no había sacado a la luz las misivas por respeto a la intimidad de su esposo y porque tampoco le habían sido reclamadas con insistencia.La mayoría de las cartas dirigidas a la familia tienen como finalidad dar ánimos a la madre, las hijas y la hermana del secuestrado. La última misiva, dirigida a su mujer, le da instrucciones precisas sobre cómo efectuar el pago del rescate. En ella Cordón dice que si pagan los 500 millones le pondrán en libertad y les advierte de que tengan cuidado con la policía, una advertencia que se repite en la carta enviada a su amigo Carlos Cardiel, ya fallecido. En la carta a su esposa se dice también: "Tengo convenido ir a casa sin que me vea nadie. Me gustaría estar dos días sin salir". De la lectura de las cartas no se deduce, como sugieren los abogados de los acusados, que Cordón pretendiera desaparecer tras ser puesto en libertad.

Los letrados de la defensa impugnaron las cartas tras la lectura y solicitaron una prueba caligráfica, que fue denegada, por considerar que las misivas no eran las mismas que fueron enviadas a la familia.

Engaño

Por la mañana había declarado Carmen Cordón, hija del empresario, que afirmó que los GRAPO engañaron a la familia haciéndoles creer que vivía. "Por eso pagamos", dijo. La joven tuvo un incidente con uno de los acusados, José Ortín, quien en un descanso le espetó: "¡Qué cara tienes!". A lo que Carmen Cordón replicó: "Asesino, terrorista, asqueroso".La hija del secuestrado aseguró que estuvo en París con su marido el 9 de agosto de 1995 para pagar los 400 millones de pesetas que los terroristas habían exigido por liberar a su padre y que esa cantidad era la totalidad del rescate. Los abogados de los GRAPO pidieron un careo entre Carmen Cordón y Enrique Cuadra Echeandía, jefe del grupo que secuestró al empresario, ya que éste sostiene que Carmen no estuvo en París para pagar el rescate sino que lo hizo Tiziano Sugaro, novio de Raquel, otra hija del empresario.

El tribunal denegó el careo solicitado por considerar que tanto Cuadra como la hija de Cordón coinciden en que se pagó el rescate y que los detalles sobre el hecho no son relevantes. Los GRAPO mantienen que la cifra acordada para la liberación del secuestrado fue de 1.200 millones de pesetas, de los que sólo se pagaron 400. Además los abogados de los GRAPO vinculan a Tiziano Sugaro con los servicios secretos suizos.

Carmen Cordón, sin embargo, explicó minuciosamente su viaje a París y su encuentro con los GRAPO en la capital francesa para efectuar el pago de los 400 millones. Según la hija de Cordón, primero viajó a Madrid con su marido y contó el dinero junto con su madre antes de trasladarse a París en un automóvil Volvo alquilado. Igualmente relató que en París los GRAPO los tuvieron dando vueltas por la ciudad de cabina de teléfonos en cabina de teléfonos durante unas siete horas hasta que finalmente dos personas, que después identificó como Enrique Cuadra y Fernando Silva Sande, les abordaron y se montaron en el coche con ellos. Por último les entregaron el dinero después de circular otros 20 minutos en coche por la capital francesa. "Estábamos eufóricos porque creíamos que todo iba a terminar en cinco días y no nos paramos a pensar que nos engañaban para que pagáramos", dijo Carmen Cordón. Agregó que "la angustia y la premura" que su padre transmitía en sus cartas también influyó para el pago.

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