_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Plaza de las GlòriesJOSEP MARIA MONTANER

Durante estos meses, Barcelona está comprometida en el intento de solucionar algunas de las plazas que actúan como cruciales nudos de tráfico y que todavía no han alcanzado un resultado satisfactorio. Áreas de nueva centralidad como la plaza de Cerdà, actualmente en reconstrucción, y plazas históricas sometidas a procesos de cambio como la plaza de Lesseps, cuya solución viaria introducida en los años setenta, primando burdamente el tráfico rodado, nunca ha satisfecho a la ciudadanía. Afortunadamente, ya están aprobados los proyectos de ingeniería y arquitectura para que en breve empiecen las obras para disponer de una plaza de Lesseps totalmente reformada, con más espacios verdes y equipamientos, y con la voluntad de recrear su memoria. Sin embargo, una pieza urbana maldita donde las haya, endémicamente irresuelta, es la plaza de las Glòries. Lo que Cerdà propuso en 1859 como centro de Barcelona se pasó un siglo abandonado como tierra de nadie hasta que en los años sesenta el terreno árido y anónimo fue sembrado de vías rápidas y bucles inconclusos que aún degradaron más la zona. En febrero de 1992, con el impulso olímpico, se inauguraba provisionalmente a toda prisa una nueva plaza de las Glòries con el paso elevado para la Gran Via -no se podía utilizar el subsuelo debido a la superposición de líneas de metro y ferrocarril- y un gran tambor elíptico para aparcamientos que albergaba en su interior un parque. Con el paso de los años, el entorno se ha ido enriqueciendo con el Centro Comercial de Barcelona Glòries y, bastante cerca, con el panteón del Teatre Nacional de Catalunya y el eternamente inconcluso Auditorio. También el sistema viario se ha ido transformando con la apertura y urbanización de los tramos de dos grandes avenidas: la Diagonal y la Meridiana. Actualmente, el entorno de la plaza necesita una reforma que la complete y encontrar una solución para otra cuestión pendiente desde hace años: la resituación y consolidación del mercadillo de los Encantes para poder liberar la zona verde que ocupan a precario. En los últimos años se ha previsto una docena de ubicaciones alternativas distintas, pero ninguna ha cuajado. De hecho, y desde muchos aspectos, la realidad actual de la plaza no es satisfactoria. Con la paulatina y lenta apertura de la Diagonal y la urbanización peatonal de la Meridiana se evidencian graves contradicciones: las dos grandes avenidas, a medida que van tomando entidad topan con la masa construida de la plaza; el tráfico rodado sólo prima la salida principal por la Gran Via y penaliza el paso por los laterales que provienen de la Diagonal, la Gran Via y la Meridiana; los itinerarios peatonales de dichas vías se pierden en vueltas y semáforos alrededor del tambor; y del aparcamiento de la plaza, con sus 800 plazas existentes, no se utiliza ni la mitad: 400 de ellas fueron destinadas a aparcamiento de disuasión combinado con transporte público -el objetivo máximo para el que fue construido el gran edificio-, y están casi siempre vacías. Tras dos años de negociaciones y pactos, el Ayuntamiento de Barcelona ha convocado un concurso restringido de proyectos para completar el anillo viario de Glòries; un concurso que el pasado 15 de septiembre fue declarado desierto a causa de que ninguno de los tres proyectos presentados, a pesar de su calidad, resolvía satisfactoriamente la gran complejidad y singularidad de este nudo urbano y su área colindante. Aparte de que la publicitación de dicho concurso hubiera debido tener más énfasis y de que entre los arquitectos catalanes continúan el desencanto, el conformismo y la baja intención de presentarse a concursos, es sintomático que dos de los tres únicos participantes propusieran de una manera u otra poner en crisis el anillo viario tal como fue resuelto no hace más de seis años; y por esta razón, al no cumplir las bases, no podían ganar el concurso. Uno de los autores -uno de los planificadores de la Barcelona olímpica- proponía eliminar las conexiones elevadas de la Gran Via, conservar el tambor construido como contenedor de los nómadas Encantes y realizar una especie de gran plaza decimonónica, abierta y circular, un gran vacío en el que confluirían todas las calles y avenidas al mismo nivel del suelo. Otro de los autores -uno de los arquitectos catalanes de más prestigio internacional- planteaba una serie de actuaciones residenciales que descentrasen el peso de la plaza y consideraba idónea la desaparición de todo el tambor que recubre la estructura viaria elevada, convirtiendo el nudo viario en lo más transparente, permeable, escultórico y ligero posible; pura estructura sin ningún recubrimiento. La única propuesta que mantenía la plaza tal como está -con la Gran Via elevada y la masa del edificio de aparcamientos- era, precisamente, la de los mismos autores del proyecto olímpico ya realizado. Por tanto, el problema de la plaza más representativa del Plan Cerdà sigue sin resolverse de forma satisfactoria. Va a ser necesaria una nueva convocatoria del concurso, y más necesario que esto será abrir de nuevo el debate, especialmente entre la Administración, los técnicos y los ciudadanos. Una correcta resolución de la plaza es motivo suficiente para que el Ayuntamiento y los arquitectos pongan en juego toda su capacidad de mediación y todas sus posibilidades creativas. A principios de 1992, cuando las obras se estaban terminando, cinco asociaciones de vecinos colindantes -El Clot, La Llacuna, Poblenou, Fort Pius y Sagrada Familia- contestaron con una dura crítica lo que estaba a punto de inaugurarse, y lo calificaban de "aberrante" por el impacto negativo en el entorno. Aunque aquellas críticas parecen olvidadas y hoy rigen pactos para completar la plaza y reubicar los Encantes, existe una conciencia latente y certera de que la creciente complejidad y disparidad de funciones de toda el área no ha sido resuelta correctamente, que lo realizado hipoteca negativamente el futuro y que sería necesario volver a pensar lo que parecía inapelable. Señalemos sólo dos hechos. Uno: no sólo el peatón ha quedado en segundo término con la solución vigente, sino que el automovilista que circula por los laterales de Gran Via, Diagonal y Meridiana también sale perdiendo -recordemos los frecuentes atascos alrededor de la plaza-. Dos: y lo que es más curioso, uno de los mejores puntos panorámicos para contemplar Barcelona -hacia el este, el sur y poniente- es precisamente la parte elevada de la plaza, y sólo lo pueden disfrutar de ello los automovilistas durante unas fracciones de segundo cuando circulan velozmente; mientras, los ciudadanos, desde el parque dentro del anillo elíptico, quedan privados de toda vista. Posiblemente el mayor error inicial ha sido resolver como masa construida un espacio urbano pensado por Cerdà como gran vacío, tal como ya han vuelto a proponer dos de los concursantes citados. Por ello, los planteamientos de la plaza deberían poder pensarse totalmente de nuevo reconociendo que aún no se ha sabido resolver satisfactoriamente esta pieza urbana clave en la herencia de Cerdà. El reto a la capacidad creativa y resolutiva de la ciudad continúa abierto.

Josep Maria Montaner es arquitecto.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_