Un signo de debilidad
Como corresponde a su estilo, la UEFA ha actuado cuando ha visto comprometida su posición de poder. Sucedió cuando cambió la Copa de Europa por la Liga de Campeones, que precisamente premia a equipos que no son campeones de sus países. En aquel momento, varios de los principales clubes europeos comenzaban a perfilar una estrategia que les permitiera multiplicar sus ingresos económicos. Aunque embrionario, aquel movimiento provocó la reacción de la UEFA. En los últimos meses, estos mismos clubes han mantenido conversaciones para crear una Superliga al margen (o con escasa participación) de la UEFA, y con la perspectiva de unas ganancias astronómicas. Obligada por la nueva situación, la UEFA ha contestado con una fórmula que es una petición de socorro a la clase media del fútbol frente a la aristocracia, si por tal se entiende a los clubes que han mantenido la revuelta frente al máximo organismo del fútbol europeo. Sólo así se puede interpretar la acogida favorable de equipos como el Atlético, Athletic y Valencia. Pero el intento de blindaje de la UEFA con esta franja de clubes no acaba con el problema de fondo. Sólo lo pospone. Y ni eso. Lorenzo Sanz, presidente del Real Madrid, dijo que la ampliación de la Liga de Campeones no le gustaba nada. Al Madrid, como a otros grandes clubes, les importa relativamente poco que jueguen 24 o 32 equipos o que aumenten en un leve tanto por ciento los ingresos por participar en la competición. El problema surge de la gestión y el reparto del dinero.Con su nueva fórmula, la UEFA pretende ganarse la simpatía de una gran parte del fútbol europeo a cambio de dirigir las operaciones económicas de la Liga de Campeones. Lo más probable es que clubes como el Madrid y sus compañeros de viaje tomen esta medida como un signo de debilidad. Si siempre que han movido pieza se han encontrado con la respuesta precipitada de la UEFA, se puede pensar en nuevos movimientos de fuerza y en el presumible desenganche de los grandes clubes con respeto a sus actuales patrones, hasta la creación de una especie de NBA del fútbol. Es decir, una competición cerrada y plurinacional, a la que se accede por invitación y no por méritos. Pero la UEFA tampoco puede tirar del meritoriaje para avalar la nueva fórmula y pedir ayuda. La Copa de Europa nació para premiar la excelencia de los campeones. Ahora sólo es un saco donde se pelea por el dinero.
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