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UCI forestal

Tereixa Constenla

Los últimos pacientes hospitalizados, varios ejemplares de acebuches, pinos y encinas procedentes de la finca sevillana Navas de Berrocal, muestran el esqueleto desnudo que delata un transplante reciente. También tienen cortes en fase de cicatrización. El viaje, desde su hábitat hasta su internamiento en la unidad de cuidados intensivos, lo han realizado, para colmo, con las extremidades inferiores, si así pudiera hablarse de las raíces, protegidas por una escayola. La Consejería de Medio Ambiente ha apostado por convertir el vivero de San Jerónimo, en Sevilla, en un estandarte de innovación tecnológica al servicio de la recuperación de plantas autóctonas, que incluyen, entre un reguero de especies, alcornoques, robles andaluces, fresnos, álamos o piruétanos, el equivalente asilvestrado del peral. Tomás Álvarez, director técnico del centro, destaca que, por vez primera, "hemos incorporado técnicas agrícolas a lo forestal". El sistema de riego, diseñado para ahorrar agua y minimizar el consumo de productos fitosanitarios, o la tecnología utilizada para limpiar envases sirven de ejemplos. Las 10 hectáreas del vivero están volcadas en producir especies vegetales para tareas de repoblación y ajardinamiento de espacios públicos. El rendimiento, salvados los escollos iniciales -una enfermedad mató 600.000 plantas en un año-, es alto: entre 1,2 y 1,3 millones de plantas anuales. De especies autóctonas se generan alrededor de 250.000, destinadas, fundamentalmente, a diversas actuaciones de Medio Ambiente. Lo más llamativo del centro, sin embargo, reside en su misión de acogida de árboles condenados a desaparecer. Ejemplares de especial valor amenazados por alguna obra pública o alguna intervención en montes -carreteras, cortafuegos o diques, entre otras actuaciones- son rescatados y tratados en el vivero. Centenares de árboles andaluces se salvan cada año gracias a las curas de San Jerónimo, una finca que pasó a manos de la Administración en la década de los 40. Hay otras intervenciones de urgencia y de carácter general, como la relativa al enebro, una especie en franco peligro de extinción, como acreditan los escasos 9.000 ejemplares censados en toda la Comunidad Andaluza. En el plan de recuperación del enebro trabajan al unísono la Universidad de Sevilla y el equipo del vivero de San Jerónimo. Esta colaboración, plasmada en un convenio, se repite con la Consejería de Agricultura para estudiar el uso de micorrizas, unos hongos que aumentan la resistencia de cada planta, a través de una provechosa simbiosis con las raíces. Las líneas de investigación inciden, sobre todo, en el campo genético, que contempla una esmerada selección de semillas y un seguimiento posterior del ejemplar en su hábitat definitivo. "Nos preocupa muchísimo seleccionar bien los ecotipos para evitar que la planta pueda sufrir algún problema, que a lo mejor se detecta al cabo de 20 años", explica Tomás Álvarez. Un error genético puede poner en jaque a una especie, como el pino Pinaster, que está siendo diezmado en Jaén. Las medidas adoptadas con un plantón en sus primeros balbuceos condicionan notablemente su constitución futura. Incluso el diseño de los envases está preparado para garantizar un crecimiento adecuado . "Las malformaciones del vivero no se solucionan en el monte", advierte Álvarez. Un árbol, agrega, "sufre toda su vida por un problema en sus raíces".

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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