El filo más peligroso
Las armas blancas son las causantes de la mayoría de las muertes que genera la violencia juvenil los fines de semana en la capital madrileña. Su utilización como instrumento amedrentador en una simple gresca puede acarrear terribles y desgraciadas consecuencias. Eduardo Abad es el último de la lista de jóvenes madrileños que hoy están bajo tierra fruto de una absurda discusión.La relación de víctimas de armas blancas es tan profusa como escalofriante. Los crímenes de Ricardo Rodríguez (caso Costa Polvoranca), David Martín (Arganda) y Alberto Guindo (asesinado el 11 de diciembre de 1996 en la calle de Barquillo) son sólo tres ejemplos de esta estadística.
Existe un Reglamento de Armas, aprobado en 1993, que pone coto al uso de armas blancas y cuyo objetivo es frenar la proliferación de reyertas juveniles en las que algún contendiente airado, y muchas veces borracho, tira de navaja y mata a un semejante. El citado reglamento de 1993 es taxativo: llevar una navaja en la calle está prohibido si no se justifica el fin de su uso (por ejemplo, la caza o la pesca). La Delegación del Gobierno en Madrid expedientó a 290 personas en 1996 por tenencia de armas blancas y entre enero y julio de 1997 se incautó en la calle de 2.000 armas de este tipo. Siete de cada diez jóvenes de las llamadas tribus urbanas -rapados, bakaladeros y punkis- suelen llevar navajas, según datos facilitados por la Jefatura Superior de Policía.
El reglamento marca los límites para el uso, venta y circulación de navajas. Si el arma supera los 11 centímetros de longitud o es automática, bajo ningún concepto se puede portar fuera del domicilio. La sanción puede llegar hasta las 200.000 pesetas.
La tenencia de un arma de este tipo sólo es legal si se halla en el propio domicilio "y con fines de ornato o coleccionismo".
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