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Tribuna
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El frágil concepto del "riesgo moral"

Joaquín Estefanía

Ningún concepto ha sido tan sobado estos meses de crisis financiera como el del riesgo moral. La teoría consiste, en esencia, en la conveniencia de dejar caer a una entidad financiera -y, por extensión, a un país- cuando está en trance de bancarrota, por sus efectos ejemplificadores. Los técnicos ortodoxos han multiplicado sus críticas a los paquetes de rescate financiero, porque generan un riesgo moral entre los inversores más arriesgados: la confianza de que, hagan lo que hagan, siempre habrá quien los salve de la ruina. Según esta tesis -que olvida al resto de los paganos de las crisis: los ciudadanos-, las empresas o los países deben asumir las consecuencias de sus errores. La teoría del riesgo moral se ha puesto en la vanguardia de los ataques que ha recibido en los últimos tiempos el FMI. Hasta hace poco, las principales críticas que el Fondo soportaba lo eran desde la otra orilla; desde quienes consideraban que su actuación conllevaba planes de ajuste durísimos, fuesen cuales fuesen las circunstancias del país en el que se practicaban, sin tener en cuenta los condicionamientos sociales de los afectados por sus recetas. Los partidarios del que cada palo aguante su vela han crecido amparados en lo impecable de su razonamiento: no es justo que los contribuyentes de los principales países donantes del FMI pierdan sus impuestos apoyando a gobiernos ineficaces o corruptos (y a su través, a los inversores que apostaron mal o con malas artes).No es el objeto de esta columna analizar las circunstancias atenuantes o los costes de tal aserto, sino plantear que tan riguroso riesgo moral tiene excepciones que hacen dudar de su coherencia. Un ejemplo clamoroso de ello ha sido el paquete de rescate instrumentado por el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, para salvar de la quiebra al hedge fund Long Term Capital Management (LTCM).

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La Reserva Federal, ortodoxa entre las ortodoxas, ha articulado un acuerdo por el que un selecto grupo de bancos (entre ellos, J. P. Morgan, Merrill Lynch, Goldman Sach, Bankers Trust, Deutsche Bank, Paribas, etcétera) ha acudido al rescate de LTCM, por un importe superior al medio billón de pesetas.

La emergencia del LTCM actualiza la existencia de los hedge funds, conocidos como fondos de alto riesgo. El más publicitado de todos ellos es el Quantum Fund, propiedad de George Soros. Se trata de fondos de inversión colectiva especializados, cuyos participantes son bancos, empresas, fondos de pensiones o de inversión, que no suelen tener más límites en su actuación que las que imponen sus propios reglamentos (la inversión mínima en el LTCM era de 10 millones de dólares, que no podían ser retirados antes de tres años). Actúan bajo la fórmula del apalancamiento (comprar con dinero prestado) para lograr incrementos de sus rentabilidades superiores a la media en todo tipo de mercados. Se estima que hay alrededor de tres millares de hedge funds operando en el mundo (ésta fue la fórmula escogida por Emilio Botín Jr., hijo del presidente del Banco Santander, que abandonó el banco familiar para crear un hedge fund denominado Vega Asset Management). LTCM no es precisamente un fondo marginal; lo gestionaba un antiguo vicepresidente de Salomon Brothers, y en él trabajaban un antiguo vicepresidente de la Reserva Federal y dos premios Nobel, galardonados -¡paradoja de paradojas!- por sus trabajos sobre la formación de precios en los mercados de instrumentos financieros derivados.

Greenspan ha tenido que acudir esta semana al Congreso para aclarar que su intervención en el rescate del LTCM fue esporádica y no supone un giro en su política (que se apoya en la tesis del riesgo moral), y que la ayuda se produjo "para evitar trastornos graves en los mercados, que potencialmente podrían haber dañado las economías de muchas naciones, incluida la nuestra". Pero, ¿no se puede aplicar este argumento a otras muchas situaciones?; ¿por qué ahora sí y en otros casos no? Hay muchos liberales que sólo lo son mientras los precios suben.

Este artículo debió ser publicado en la edición de ayer domingo. Por un error, apareció otro que ya había sido difundido hace dos semanas.

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