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El enigma de Florence Rey

Un largo proceso no ha aclarado el móvil de cuatro homicidios penados con 20 años de cárcel para una joven

La pena de 20 años de prisión ha zanjado el turbador proceso iniciado hace tres semanas en el Tribunal de París, pero no ha llegado a aclarar la personalidad de la condenada Florence Rey ni esclarecido las razones que la llevaron a participar en la alucinante escapada que hace cuatro años ensangrentó las calles de la capital francesa. Según el veredicto dictado por los nueve miembros del jurado, la joven de 23 años, de apariencia dulce y pudorosa que estos días atrás lanzaba miradas perdidas al tribunal y a los familiares de las víctimas, que balbuceaba respuestas entrecortadas por el llanto, es coautora de la muerte de un policía, cómplice de otros tres asesinatos y de 12 tentativas, además de secuestros y robos a mano armada. El fallo, leído al filo de la madrugada de ayer, fue acogido por Florence Rey con la mirada baja y en silencio, en la actitud sumisa que la ha caracterizado a lo largo del proceso. Su abogado, Henri Leclerc, abandonó precipitadamente la sala mascullando "¡duro, muy duro!". La madre del autor material de las muertes, Audry Maupin, el novio de Florence, que falleció en la refliega con la policía, ahogó un grito, se dobló en dos y rompió a llorar. Los letrados de los heridos comentaron que es justo, mientras sus colegas representantes de los familiares de los fallecidos, tres policías y un taxista, juzgaban el veredicto más bien decepcionante.A lo largo de estas semanas de juicio, los franceses se han preguntado por las razones que el 4 de octubre de 1994 llevaron a una pareja sin mayores problemas como Audry Maupin y Florence Rey a robar las armas a dos agentes y a disparar posteriormente contra todos aquellos que se interpusieron en su huida entre la plaza de la Nation y el bosque de Vincennes. Se han preguntado por la verdadera personalidad de la enigmática acusada -una reclusa de comportamiento irreprochable, dócil, altruista, solidaria, según la dirección de la prisión de Fleury-Mérogis-, una mujer extremadamente fría que animaba a su novio a disparar, de acuerdo con la versión de los testigos de aquella noche de pesadilla. Y en ambos casos las respuestas han tenido que abrirse paso entre sentimientos encontrados.

"Yo defiendo aquí a una adolescente que amaba apasionadamente a su novio. ¿Es que no ven ustedes lo que hay detrás de ese rostro?", clamó el letrado defensor en su última intervención ante el jurado. La Florence Rey que ha ocupado el banquillo de los acusados ha velado completamente la fotografía policial de hace cuatro años que la dio a conocer como una guapa jovencita de ojos entornados propietaria de una mirada helada y desafiante.

Mientras los periodistas más veteranos vieron entonces en la pareja la versión francesa de Bonnie and Clyde, otros recordaron enseguida Asesinos natos, sobre todo a partir del momento en el que supieron que, precisamente, los protagonistas del sangriento episodio habían visto unos días antes la película de Oliver Stone. La polémica sobre la perversión del cine violento llenó páginas de periódicos, sin que faltara la interpretación sociólogica que presentaba a la pareja como jóvenes surgidos de la desesperanza del suburbio.

Aunque los perfiles de los protagonistas, dos estudiantes de letras sin aparentes problemas, encajan difícilmente en el estereotipo del desesperado social, lo cierto es que Florence y su compañero vivían de squaters en una casa sin agua ni luz y que si robaron las armas a dos policías fue con la intención de utilizarlas en futuros atracos.

Los psiquiatras que examinaron a Florence Rey hace tres años hablan de una ideología sin verdadera estructuración, de un anarquismo individual y un nihilismo pasajero. En el juicio, en el que ha reconocido que también ella disparó, al menos contra uno de los numerosos policías que les salieron al paso en aquella carrera demencial, Florence ha subrayado su dependencia amorosa, su fascinación, por aquel chico tres años mayor que ella, su primer amor.

Lo más terrible de todo el proceso ha sido no haber podido obtener de la acusada una explicación sobre los móviles y razones de su locura, indicaron ayer los familiares de las víctimas.

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