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Echar las cuentas

FÉLIX BAYÓN A lo largo de su breve historia, los andalucistas han desaprovechado pocas de las oportunidades que se les han presentado para meter la pata. La ofensiva nacionalista desatada en las últimas semanas le ha dado al PA una nueva ocasión para precipitarse por un camino que habrá que ver adónde le lleva. Cuando los nacionalistas vascos, catalanes y gallegos hicieron la declaración de Barcelona, el PA corrió a dar su apoyo. Para que no cupiesen muchas más dudas, y en pleno debate sobre la reforma de la Constitución, el pasado fin de semana el secretario general de los andalucistas, Antonio Ortega, asistía en Vitoria al día del PNV. No parece que los nacionalistas vascos, catalanes y gallegos necesiten mucho del apoyo del PA, pero estos gestos son síntomas del inmenso despiste que los andalucistas tienen. Con solemnidad, Antonio Ortega ha explicado a su vuelta de Vitoria: "No estamos dispuestos a renunciar a ese sitio político que nos ganamos en la historia de España". Pero si hay algo claro en la declaración de Barcelona es justamente eso: el deseo de los nacionalistas vascos, catalanes y gallegos de acabar con el café para todos y hacer un distingo entre esas tres autonomías, que se dicen históricas, y las demás. A esta polémica se le viene echando demasiada pasión y muy poca reflexión. En el mundo en el que vivimos, con la UE a toda marcha, cuando casi toda nuestra legislación depende de lo que se decide en Bruselas, ¿qué sentido tiene la palabra soberanía? Soberanía respecto a qué, ¿respecto a Madrid, respecto a Bruselas o respecto a un mundo en el que ya no se puede decidir nada sin tomar antes el pulso de la coyuntura de todo el globo? ¿Qué significa a finales de este milenio el término autodeterminación, que tuvo sus momentos de gloria en los años cincuenta y sesenta cuando se inició la oleada independentista en las colonias africanas y asiáticas? Autodeterminación respecto a qué, ¿respecto a Madrid, a Bruselas o a todo el universo? Sin entrar en tales honduras, valdría la pena pararse y echar unas cuentas. Quizá los andalucistas no han caído en que una de las más inmediatas reivindicaciones de los nacionalistas vascos y catalanes consiste en acabar con lo que se llama la unidad de caja de la Seguridad Social, un sistema solidario cobijado por la Constitución que hace posible que las zonas con mayor desempleo, o las que tienen menor número de contribuyentes, se vean compensadas por las que tienen más empleo y más contribuyentes. La defensa de la Constitución no es ningún acto de fe ni de beatería. Son unas reglas de juego que sólo merece la pena sustituir por otras que consigan al menos el mismo consenso alcanzado en 1978 y sin que nadie salga perjudicado, lo que, visto el clima político actual, parece bastante improbable. Andalucía se juega mucho en el proceso que el frente nacionalista pretende abrir. Es irresponsable colaborar a crear más barullo que el que ya existe, tarea a la que se aplican intensamente el PA e IU, que ha pedido a través de Luis Carlos Rejón la reforma de la Constitución. Habría que escuchar las ventajas que unos y otros ven a esta reforma. No hay que descartar que tengan razón, pero al menos deberían de molestarse en hacer públicas sus reflexiones y sus cuentas.

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