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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Espectáculo

Escribo para expresar la perplejidad que queda tras comprobar la coincidencia temporal en el mismo periódico de dos noticias aparentemente inconexas: la constatación de un posible error por parte del Gobierno de Estados Unidos cuando seleccionó como objetivo de sus cazas una fábrica de armas químicas en Sudán -error derivado de las informaciones de la CIA provenientes de fuentes de segunda mano y que dio lugar al bombardeo de lo que en realidad parece ser una fábrica de medicamentos- y la publicación en Le Monde de un manifiesto firmado por numerosos intelectuales en apoyo del presidente Clinton y de la democracia estadounidense, a la que consideran amenazada por el proceso instigado y dirigido por el fiscal Starr.Al margen de la significativa vuelta de tuerca en cuanto a los destinatarios tradicionales de los movimientos de solidaridad, llama la atención el contraste entre el clamoroso silencio de agosto ante actos criminales de barbarie contrarios a los más rudimentarios principios del derecho internacional -y justificados mediante razonamientos que, pese a ser insostenibles y ridículos, eran acogidos sin apenas atisbo de crítica entre la prensa española, siendo también lógicamente comprendidos, sin signos visibles de vergüenza en sus rostros, por cancilleres, mandatarios y representantes de la Europa única- con la expresión de solidaridad intelectual con el hombre más pode-

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Espectáculo

Viene de la página anterior roso de la Tierra, expresión que parece obedecer a un subterráneo e inconfesable sentimiento de que mermamos todos en nuestro poder y autoestima en la medida en que se erosiona injustificadamente la cúspide de la pirámide.

Pero lo que quizás llame más la atención es lo epidérmico del análisis mantenido hasta ahora y el hecho de que preclaras mentes se hayan subido sin rubor al carro de la superficialidad. Pues, siendo el fiscal Starr una simple marioneta o coguionista sobrevenido de una de las más burdas maniobras que se recuerdan de distracción, es un hecho que el hombre más poderoso y mejor asesorado hizo una autodejación de derechos que le correspondían, como es el de no contestar preguntas impertinentes en aquella declaración de enero del caso Jones, en la creencia o en el cálculo político de que quizás el escándalo que iba a estallar daría carnaza por unos meses a la importante industria americana del entretenimiento y taparía otras situaciones inconvenientes, tales como lo que iba a ser el inminente bombardeo unilateral contra Irak o la paralización y posterior retroceso del proceso de paz en la Palestina ocupada por un país que, como Israel, tiene conocidos contactos con esa industria del entretenimiento.

Y ese escándalo, pese a supuestos problemas domésticos y de credibilidad, todos ellos temporales y de carácter menor, quedaría finalmente, una vez recogidas las adhesiones y solidaridades y algún colérico y conservador insulto, en nada.

Con ser todo o casi todo conocido, lo que de verdad llama la atención es hasta qué punto estamos todos, mentes ilustres incluidas, envueltos en el mundo del espectáculo.- . .

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