El extraño síndrome de portero de noche
Fue durante el receso de 20 minutos, que en realidad siempre termina por durar el doble, cuando se pudo ver a Mario Conde, de pie junto a sus colaboradores, a la entrada de la sala del juicio oral.Traje impecable, tostado de pleno verano, no tenía como otras veces obligación de pasar el receso en reclusión ya que gozaba de permiso penitenciario de tercer grado. Junto al círculo habitual, una persona era el centro ayer: Martín Rivas.
Se les vio, a Rivas y a Conde, muy sonrientes y amables el uno con el otro. Rivas pareció ser "uno de los nuestros", esto es, del círculo del ex banquero. Al terminar su declaración, fueron varios acusados los que le chocaron la mano.
Estas escenas, que no pueden ser fotografiadas, lo valen todo en el juicio oral. Esta corriente de renovada simpatía era tan real como surrealista. En diciembre de 1994, Conde y Rivas soportaron dos careos imprevistos, citados por el juez García-Castellón. Se dijeron cosas muy duras, que incluso no están recogidas en el acta. Ayer, Rivas recordó que el acta no recoge fielmente ni la declaración ni los careos. El presidente Siro García dijo que, en efecto, nunca recogen fielmente las declaraciones.
Conde dijo en uno de los careos, tras negar la versión de Rivas, que quería dejar constancia de que éste último era una persona honesta. Esto no lo recoge el acta. Hay otras cosas que tampoco están registradas y que, sin embargo, se dijeron.
Cuando en el segundo careo Conde negó cínicamente los hechos, Rivas le miró y le dijo: "Eres un sinvergüenza, presidente. Me arrepiento de haberte servido". No está en el acta, pero se dijo.
Rivas se ha acomodado a la nueva versión de Conde. Algunos detalles de esa versión pueden salir a luz hoy con la declaración del hombre de las bolsas, Apolonio Paramio Andrés, nom de guerre Pol.
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