Por un Gobierno económico mundial
El añejo clamor según el cual una economía global exige un Gobierno económico mundial que ponga orden en la casa de todos empieza a suscitar este fin de semana, en Viena, un eco prolongado. El Gobierno francés acude con un papel muy completo, muy ordenado, y muy concreto, articulando esa propuesta, aunque esta vez sin excesos retóricos.La propuesta esencial de Dominique Strauss-Kahn estriba en organizar un germen de Ejecutivo mundial económico/financiero en torno al FMI. Con esta propuesta Europa sale hacia afuera.
Y es que como dice, en fiel diagnóstico, el español Rodrigo Rato en otra contribución más sucinta, mientras hasta ahora "nos hemos concentrado en los aspectos internos del euro", ahora hay que salir del (brillante) cascarón y "hacer mayor hincapié en el proceso de cooperación monetaria internacional y particularmente en el papel de la zona euro en el manejo de la crisis financiera".
El nuevo FMI que propone Francia -y que recibió el significativo plácet del holandés Gerrit Zalm, aunque más por su contenido que por su forma- se levantaría sobre cuatro paredes:
Una dotación dineraria suficiente, lo que exige que EEUU pague su cuota, y ampliar las aportaciones según los compromisos preadoptados, algo que España apoya con denuedo.
Ampliación de sus competencias de vigilancia y control a todos los subsectores financieros. No sólo la banca, sino también los seguros y los fondos de pensiones.
Implicación del sector privado, de forma que se estabilicen los flujos y reflujos de capital calientes según las reglas de la rectitud macroeconómica y no los meros intereses de la especulación.
Su confirmación como "piedra angular de la arquitectura financiera internacional". ¿Cómo? Convirtiendo al Comité Interino (para el que ayer, por cierto, los Quince votaron al italiano Carlo Azeglio Ciampi) "en un auténtico Consejo", a fin de que se configure como un "verdadero órgano de decisión". Medio idóneo para ello, recurrir al voto más que al consenso. En claro: "Establecer un verdadero Gobierno político del FMI, aprobando mediante votación las orientaciones estratégicas".
Hay mucho más en el papel francés, sobre todo un ramillete de ideas -aunque aún pocos instrumentos- de cara a ordenar y regular las finanzas internacionales, que contribuyen tanto a relanzar a un país pobre como, si se desbocan, a hundirlo.
Recrimina las reacciones aislacionistas de los ofendidos tercermundistas por la libre circulación de capitales, pero les ofrece cláusulas de salvaguardia. Denosta el proteccionismo y defiende una economía sin fronteras, pero a renglón seguido propugna atar corto a los paraísos fiscales. Una auténtica delicia.
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