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Bailando bajo la lluvia

La lluvia deslució el inicio de la fiesta mayor barcelonesa y se convirtió anteanoche en la protagonista de la primera jornada. La Nit de les Orquestres, que tenía que haber inaugurado flamantemente el festejo transformando todo el centro de la ciudad en un gran envelat, no alcanzó en ningún momento ni el calor ni la cantidad de público esperados por culpa de las intermitentes tormentas que azotaron Barcelona. Durante todo el miércoles la lluvia fue apareciendo y desapareciendo del panorama ciudadano, pero sobre las diez de la noche el cielo parecía tranquilo y hasta se avistaba alguna estrella. El centro de la ciudad comenzaba a llenarse de público y en todos los escenarios se vivía una actividad frenética para poner a punto todo lo que la lluvia no había permitido preparar durante el día. Treinta minutos después, a la hora anunciada, la Nit de les Orquestres se puso en marcha: los decanos de las orquestas gerundenses, Els Montgrins, fueron los primeros en iniciar el bailongo en una plaza del Rei sin los agobios y las aglomeraciones de años anteriores. La Platería empezó su tanda en el Port Vell y Las Gambas, en la plaza Reial, con la ventaja, en ambos casos, de tocar en un escenario cubierto y no verse obligados a tener los ojos dirigidos permanentemente hacia las nubes. En la plaza de Sant Jaume, también con poco público, el Casellas Folk Sextet y sus invitados luchaban contra los desastres de la sonorización. En la avenida de la Catedral, los integrantes de la Pasadena Roof Orchestra veían incrédulos cómo les retrasaba su actuación un penoso grupo de animadores de baile. Llamada a la lluvia Cuando los británicos de la Pasadena, en sus impecables esmóquines blancos, pudieron acceder al escenario empezaban a caer ya las primeras gotas. A pesar de ello, una importante cantidad de público se agolpaba en la plaza con ganas de bailar, los taxi-ball (bailarines puestos por el Ayuntamiento para acompañar a los bailadores solitarios y que llevan un sombrero con las características luces de libre y ocupado) comenzaron a funcionar y pronto todo se llenó de luces rojas. A la tercera canción, la orquesta tuvo el desacierto de interpretar Stormy weather y fue como una llamada a la lluvia, que arreció obligando a músicos y público a huir en desbandada. Casi una hora después se pudo reemprender la actividad en todos los escenarios, pero una buena parte del público inicial había lógicamente desertado y entre el que quedaba el ambiente no era el más propicio. El ball del fanalet previsto para la media noche se celebró con más pena que gloria con 30 minutos de retraso, con toda seguridad no batió ningún récord. De todas formas, la dicha duró poco porque hacia la una de la madrugada la lluvia volvió a hacer acto de presencia y todos los escenarios tuvieron que detener ya definitivamente su actividad. Sólo en la plaza Reial, Santi Arisa y su Tribu, desafiando la lluvia, siguieron la fiesta hasta casi las tres de la madrugada.

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