Un día sin coches
35 ciudades francesas experimentan el impacto de cerrar sus calles al tráfico de automóviles
Fue como si la atmósfera vivificante y tranquila de cualquier pequeño pueblecito se hubiera alojado repentinamente en el enfermo corazón de la gran urbe. París y otras 34 ciudades francesas respiraron ayer mucho mejor, pero la sorpresa de esta primera jornada de circulación limitada a los transportes públicos, los coches eléctricos, las motos y bicis no fue otra que el silencio, el imponente silencio en las calles. Entre las 7.00 y las 21.00, los pasos de los transeúntes, las conversaciones, la música de los grupos callejeros, recobraron toda su presencia y sentido, liberados, por un día, del ahogo del ruido cotidiano.La experiencia de prohibir el tráfico en determinadas áreas céntricas, primera que se realiza en Francia, fue un éxito no tanto por la previsible caída en picado de los índices de polución atmosférica y contaminación acústica, como por la ausencia de incidentes y protestas destacables en un país que cuenta con 31 millones de vehículos y siente una pasión declarada por los motores. Decididamente, la ministra verde de Medio Ambiente, Dominique Voynet, parece estar congraciada con las fuerzas de la naturaleza. Si hace un año logró atraer al viento del noreste para limpiar los contaminados cielos parisienses y poner feliz término a su comprometida iniciativa de prohibir la circulación de la mitad del parque automovilístico, ayer consiguió que el sol, que tanto aman sus conciudadanos, resplandeciera en toda Francia.
Con todo, dado el carácter pedagógico de la iniciativa -se trataba de demostrar que la vida urbana puede existir sin las calles invadidas por los co-ches-, el éxito del ensayo debe ser relativizado por su carácter limitado y excepcional. El tráfico de entrada a París disminuyó notablemente ya que el temor a los atascos llevó a muchos vecinos a posponer sus gestiones y sus actividades en la capital. Fue un día hermoso en París, aunque los comerciantes, los repartidores y todos aquellos que necesitan del coche para desplazarse por la capital no compartan la satisfacción general ni el propósito de la ministra de Medio Ambiente de convencer progresivamente a los automovilistas de que deben renunciar a sus vehículos. Algunos ya lo han hecho, y por razones ajenas a esa contaminación urbana que en los últimos 10 años, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha incrementado en un 40% el número de víctimas de enfermedades respiratorias. Las crecientes dificultades de la circulación y del aparcamiento urbano y un simple cálculo de los gastos que entraña poseer un coche en una gran ciudad están llevando a un buen número de ciudadanos a servirse del taxi o del alquiler ocasional.
Una actitud que ha empezado a ser considerada chic en los ambientes parisienses, mientras se pone de moda el polúmetro, una especie de contador Geiger de bolsillo, del tamaño de un paquete de cigarrillos, que, al precio de 600 francos, permite medir con precisión y en sólo 30 segundos el nivel de gas carbónico.
En las 28 áreas céntricas de París que quedaron ayer prohibidas al paso de los vehículos particulares, los ciudadanos redescubrieron estampas casi olvidadas, como un bulevar Saint- Germain prácticamente desierto de coches. "Por un día puede pasar, porque es muy agradable encontrarse con esta calma en la calle, pero para nosotros, los comerciantes, todo esto resulta ruinoso", indicaba ayer la propietaria de una tienda de encuadernación de la calle de Mazarine, muy cerca de una de las barreras, custodiadas por la policía municipal, de la que colgaba el cartel con la pregunta-consigna de la jornada: ¿Y si viéramos un París sin coches? En las pequeñas calles del barrio Latino y del Marais, las terrazas invadieron parcialmente las calzadas, reservadas únicamente a los ciclistas, los motoristas, los peatones y los, ayer exultantes, patinadores.
En distintos puntos de la ciudad, fiel a su apuesta de llegar a una inteligente alianza entre los transportes comunes y la bicicleta, la sociedad del Metro alquilaba bicis en buen estado al precio de 45 francos la media jornada. Un aire festivo contagioso se instaló en los corros y en las terrazas de bares y restaurantes. Las gentes reaccionaron con humor ante un vendedor ambulante de periódicos que hizo su agosto en la calle de Buci gracias a anunciar noticias increíbles: "¡Borís Yeltsin, asesinado! ¡Monica Lewinsky, encarcelada!".
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