Recordando a Neruda
Doce días tan sólo después de rememorar el 25º aniversario del golpe militar del general Augusto Pinochet en Santiago de Chile y toda la villanía por él desatada, hemos de recordar otra fecha, hace también un cuarto de siglo y triste asimismo, que es la muerte de Pablo Neruda, uno de los máximos poetas de este siglo. Neruda murió en Santiago el 23 de septiembre de 1973, a los 69 años, como si hubiera decidido abandonar este mundo asqueado de la infamia que le rodeaba y no compartir ni el suelo patrio con quienes se habían levantado en armas contra la voluntad de la mayoría de sus conciudadanos.Con este motivo, Canal + le dedica un homenaje (22.00) en forma de documental, con guión y dirección del chileno Antonio Skármeta. Neftalí Reyes Basoalto, que ya a los 16 años adoptó el nombre que le haría universal, en honor del autor checo Jan Neruda, fue un hombre extraordinario, además de un genio de la poesía. Por ello es muy difícil penetrar en su vida, sus sentimientos y su creación si no es por el medio por él mismo elegido -y en parte creado- para abrirse ventanas en el alma, es decir, por sus poemas, por su literatura.
A quienes no tuvimos la inmensa suerte de conocerle, como hombre, diplomático, intelectual, comunista y poeta, de Neruda sólo nos queda, ni más ni menos, que su poesía. Y sólo en ella podemos adivinar e intuir los rasgos de una personalidad tan rica y contradictoria como la de este testigo activo y conmovido de la historia, amigo de las mujeres y enamorado del amor y la melancolía.
Skármeta ha debido ser consciente de ello porque el poemario está bien presente en el documental en bellos ejemplos de sus versos cantados por diferentes autores. E intenta, quizás con menor éxito, demostrar la vigencia general de la obra del gran poeta chileno con escenificaciones muy forzadas de españoles y chilenos recitando mal que bien sus versos. El hilo conductor de toda la película, el viaje desde Chile del propio Skármeta a España para visitar al dibujante y escultor Pepe Yagüez en Molina del Segura, en Murcia, es sin duda una buena idea. Y mejor aún la evocación del propio Yagüez del poeta como el mítico Minotauro, potente, sensual y misterioso. Las miradas a la caja del pasado son bellas en las más de las ocasiones, forzadas en algunas y algunas veces muy prescindibles.
Pero las excursiones surrealistas de Skármeta con su cabeza de toro acaban haciéndole una faena al autor del documental y al homenaje mismo. !!Ay¡¡ Como sucede a menudo el director y guionista parece haber ido encandilándose con su propia presencia en la obra y haber perdido la perspectiva del guión en general. Y su identificación con el maestro llega a veces tan lejos que seguramente el maestro se hubiera sentido molesto. Porque Skármeta no recita como Neruda ni mucho menos, y a veces parece olvidarlo. Y sus amigables, en parte puros monólogos, frente al lapidario escultor murciano son tan irrelevantes como superficiales y oscilan siempre entre la solemnidad y el chascarrillo. Es muy cuestionable que el Pablo Neruda del Canto general se hubiera sentido cómodo ante tanta afectación.
Dadas las bellas imágenes que muestra de Isla Negra y otras estaciones de la vida del poeta es una pena que Skármeta no haya recurrido más veces al archivo y menos a su presencia y a diálogos fantasmagóricos con mujeres de Neruda, como Delia y Matilde Urrutia. Así podría haber contado más sobre la vida del recordado, de sus relaciones literarias, de sus memorias, de su compromiso con la España republicana y su mensaje conmovedor al recoger el Premio Nobel y pedir "ardiente paciencia" para "conquistar la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres". El documental es digno de verse porque Neruda siempre es digno de ser recordado. Lamentablemente, no siempre se utilizan las ocasiones a fondo. Tampoco esta vez.
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