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SARA BARAS BAILAORA

Un viaje en sidecar de Alosno a Marraquech

Si no había cincuenta japonesas, no había ninguna. Más que en un casting de Ran. Por megafonía, las indicaciones se dan en español, inglés y japonés mediante este puente aéreo de sentimientos que el director de la Bienal ha tendido entre Tokyo y Casariche. El nombre de Juan Carlos Romero, director del espectáculo Abanaó, se repite hasta la saciedad en el programa de mano. Una omnipresencia del guitarrista que contrasta con su tendencia a la fuga. Se pierde más que el barco del arroz, pero a cambio de rodearse de un equipo impecable. Romero sale menos que Sara Montiel en Veracruz. Su modelo debe ser Gianluca Vialli en el Chelsea: es tocaor-director. En la puesta en escena sorprende el estajanovismo interpretativo y la estética de sidecar de Efraín Toro y Antonio Coronel, la pareja de percusionistas. Que salga la luna cuando quiera, canta La Susi. Y sale Eva la Yerbabuena de rojo y negro, como los colores del cartel de la Bienal. Una fuerza de la naturaleza. Su baile es un desnudarse vestida, un hablar callado, un calor helado. De vez en cuando, quizás anegada en la metáfora de la lluvia incipiente, se pone a nadar a crol en medidos aspavientos. El Pele es la pena más alegre de la noche. Las palabras salen de una cueva profunda y bailan en torno a su figura sedente. Baila sentado con el verbo, cinética pura. Arcángel es el benjamín de los cantaores. Es polivalente. No le degrada pasar de cantaor a palmero. La coreografía es lacónica y rica a la vez. Sin estridencias. A la derecha, Alosno; a la izquierda, Marraquech. La Susi arma el taco en sus apariciones. La Raza cambia de cera para meterse en el teatro Lope de Vega. Nadie diría que es alicantina. Ni que Eva la Yerbabuena nació en Francfort. La bailaora rompe los cánones con un vestido de torero. El Juli en Nimes y la Yerbabuena en Sevilla. "¡Qué atrevida!", dice alguien del público, que aplaudió el trabajo y jaleó al elenco, ataviados en una boutique lorquiana de Siete novias para los McGregor.

"A veces los pies parecen metralletas"

Es la cuarta presencia de Sara Baras (Cádiz, 26 años) en la Bienal, la primera en cabeza de cartel. Antes vino en un espectáculo de gitanos de Jerez, con Javier Barón y con Antonio Canales. Hija de un militar y de una profesora de baile, no queda ni una entrada para verla hoy en el Maestranza. Pregunta. Viniendo de Cádiz, ¿se disfraza cuando baila? Respuesta. Yo no me pongo un disfraz. Me transformo, que es distinto. P. ¿Su baile reivindica el protagonismo de las manos? R. Vivimos una época en la que los jóvenes están tan locos con los pies que parecen metralletas. Con los pies también se puede hacer música, pero yo reivindico un toque femenino, de coquetería. Mover la cintura, las caderas, no sólo los pies. P. ¿Es como pasar del Carranza al estadio olímpico? R. A mí no me gusta el fútbol. El flamenco es una manera de sentir; todos sentimos lo mismo. P. ¿Canales o Cortés? R. Soy más partidaria del cante de Rancapino que de un flamenco que se olvide de las raíces. Joaquín Cortés tiene una estética y una coreografía maravillosas, pero yo soy más de Canales.

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