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El tesoro vasco mejor enterrado

El Gobierno vasco declara conjunto monumental el yacimiento de ámbar de Peñacerrada para protegerlo

El País Vasco tiene desde ayer una nueva joya en su patrimonio cultural. Es un lugar que pasa desapercibido para cualquier paseante de las afueras de Peñacerrada, a unos 30 kilómetros al sur de Vitoria. Se trata de una pequeña parcela junto a la carretera que lleva hacia la Rioja Alavesa. En realidad, visitar aquel paraje es como pasar por cualquier ribazo de una calzada cualquiera y anónima. No hay nada, salvo una valla que prohibe acceder al terreno acotado. Lo importante y valioso del lugar no es lo que se ve, sino lo escondido en el subsuelo: un yacimiento de ámbar que perdura intacto desde hace 107 a 114 millones de años y en cuyo interior existen, pegados, miles de insectos perfectamente conservados. Vistos a la luz de un microscopio parecen animales domésticos, arañas, moscas, avispas comunes. Pero no. Tienen millones de años, vivieron en una edad en que el ser humano aún tendría que esperar miles de años para circular por este mundo. Son los padres de nuestros mosquitos actuales. Durante dos años, un equipo de científicos excavó en aquel sitio, evaluó el tesoro que tenía entre manos y extrajo 1.500 muestras. Material suficiente para investigar durante varias décadas, con el apoyo de los mayores expertos internacionales en ámbar. Con todo ello a buen recaudo, en el Museo de Ciencias Naturales de Vitoria, el yacimiento se volvió a cubrir con varias toneladas de tierra. Desde octubre de 1997, en que el descubrimiento se dio a conocer a la comunidad científica internacional, se incoó un expediente para que pasara a formar parte del patrimonio cultural del País Vasco. En ese mismo instante, el ámbar de Peñacerrada ya estaba protegido, además de por kilos y kilos de tierra, por la ley. Ayer se ratificó, al ser declarado conjunto monumental por el Consejo de Gobierno. Como primera consecuencia, el terreno delimitado estará protegido de forma que quienes traten de expoliarlo sufrirán serias penas, incluida la cárcel. En febrero pasado ya existió un intento, más o menos premeditado, de profanar esa tierra santa para los paleontólogos. Un par de individuos, residentes en Miranda de Ebro uno y en Irún el otro, fueron sorprendidos en plena excavación, azada incluida, con la intención de obtener unos puñados de ámbar. En joyería, cada kilogramo de esta resina fosilizada estaría valorada en un millón de pesetas. Pero para extraerlo hace falta material sofisticado. Para los responsables del hallazgo este material no tiene precio: "Es el acontecimiento científico más importante del País Vasco desde el Paleolítico", ha afirmado el director del museo de Ciencias Naturales de Álava, Jesús Alonso. Sólo existen otros tres yacimientos en el mundo del Cretácico inferior, aunque sólo uno es comparable al de Peñacerrada. Está localizado en Israel y posee 4.000 piezas, pero se considera de menor calidad en las inclusiones y ya se ha agotado prácticamente por cuanto se descubrió hace casi un siglo. El ámbar estudiado en Vitoria sólo supone un 10% del total del yacimiento. Pero es suficiente para percatarse de sus dimensiones. Se han identificado trece órdenes diferentes de animales: insectos, arácnidos, moluscos, e incluso fragmentos de alas de pequeños dinosaurios voladores. ¿Cómo han podido conservarse? Porque al pasar o planear cerca de unos gigantescos árboles, llamados araurias, quedaron pegados en la resina que éstos desprendían. Allí quedaron sepultados y durante millones de años se han conservado en un estado perfecto. Entre los animales atrapados los hay muy similares a los insectos actuales y otros ya desaparecidos. El ejemplo más manejado es el de uno con cuerpo de hormiga y alas de avispa. Se trata de una especie que no ha sobrevivido a la evolución. Aunque vista en fotografías nadie pensaría que dejó de tener vida hace más de 100 millones de años. Esta nueva joya de la cultura y la ciencia vasca ya está protegida por las autoridades. Sólo que, a diferencia de otras, no puede contemplarse in situ de momento, sino con ayuda de un microscopio.

Reunión de "popes" en octubre

No habrá un solo personaje de la comunidad científica internacional que tenga algo que aportar al conocimiento sobre el ámbar y las inclusiones de insectos que no visite Vitoria el mes que viene. Los descubridores del yacimiento han repartido durante medio año pequeñas muestras entre los principales expertos para avanzar en la investigación, de modo que, entre los días 20 y 23 de octubre, puedan reunirse en un congreso en torno al grueso de la excavación. Su comunicación es constante, a través de Internet y en las publicaciones especializadas, como Journal of Paleontomology. Pero se espera que el congreso de Vitoria marque un punto de inflexión. Entre los presentes, figura el equipo de investigadores españoles coordinado por Jesús Alonso -entre 1995 y 1997 trabajaron en secreto-, además de los popes del ámbar procedentes de Estados Unidos, Japón y Noruega, entre otros países. En los dos últimos años se han invertido en el proyecto 30 millones de pesetas desde la Diputación alavesa.

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