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Chumbo

DE PASADAManuel Fraga Iribarne inventó hace años una prueba para demostrar la inmutabilidad de Granada. El dirigente de la extinta Alianza Popular solía visitar la ciudad cada campaña electoral y, como buen conservador y hombre memorioso, repetía el mismo itinerario. Lo sorprendente, sin embargo, es que a pesar de los cuatro años que transcurrían entre cada paseo, el político encontraba a las mismas personas en las calles o en los establecimientos prestas a recibir sus mecánicos saludos, como si hubieran permanecido más de mil días a la intemperie, con la fidelidad de un semáforo o de una señal de tráfico, esperando su regreso: el lotero que le regalaba el décimo; el mendigo al que entregaba con prisas, como si participara en una carrera de relevos, una moneda; los clientes que sorbían sus vinos en Casa Enrique y el librero de unas casas más arriba. Hace años que Fraga no viene pero Granada conserva el don de la imperturbabilidad. El alcalde de Granada, Gabriel Díaz Berbel, sometió el lunes a la prueba de la permanencia al vicepresidente del gobierno Rodrigo Rato. Primero lo condujo a Plaza Bib-Rambla donde aguardaba con la precisión de un tilo el vendedor de higos chumbos; luego, camino de la Catedral, la comitiva pasó con gesto displicente junto al pedigüeño manco que apoya la armónica en el muñón desde que el mundo es mundo y un poco más allá, frente al campanario, saludaron al vendedor de hierbas que quizá fue testigo del entierro de los Reyes Católicos. Si Rato regresa a Granada dentro de cinco o diez años podrá repetir cada uno de esas experiencias urbanas. A lo sumo, podrá rectificar y entregar una ayuda al músico sin brazo pero lo encontrará tendido en el breve callejón, o comprar o no el chumbo (el estreñimiento que se le atribuye es una mala metáfora para un ministro de Economía) o un puñado de anís en el herbolario. Supongo que cualquier político conservador ha de sentirse satisfecho ante tal grado de perseverancia y soñará con una representación institucional que dure mil años o, sin exagerar, tanto como la ofrenda floral a la Virgen de las Angustias, el agradecimiento al Cristo de San Agustín por la epidemia de 1679 o la miseria del pobre de la armónica.

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