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¿Queroseno para quemar facturas?

La fiscal pide ocho años para un hombre acusado de querer quemar a su ex esposa

"Todo ha sido un montaje", aseguró Manuel López ante el tribunal. Con voz tenue pero firme, el acusado negó haber intentado quemar viva a su ex esposa, después de rociar con queroseno el salón de su casa y vaciar el resto de la garrafa sobre sí mismo y la mujer, con la que convivia a pesar de estar legalmente separados. La Audiencia de Vizcaya juzgó ayer estos hechos, ocurridos el 9 de julio de 1994 en la localidad vizcaína de Abanto. Durante el juicio se pudieron escuchar dos versiones completamente distintas. Una la del acusado, de 38 años y propietario de una empresa del sector de la construcción, y otra la de su ex esposa. Ambos coincidieron en que la discusión comenzó por una factura. Eran las dos de la tarde cuando Manuel López llegó al domicilio familiar. Por la mañana, su ex esposa había recibido una factura por valor de medio millón de pesetas. Según relató la mujer, pocos días antes se había enterado de las muchas deudas de su marido y de que tenían el piso embargado. La discusión subió de tono hasta que él grito "que las deudas eran suyas y que le dejara en paz". Seguidamente, dió una patada al televisor y se metió en un dormitorio, donde recogió una bolsa con ropa, y salió de la casa, después de afirmar: "Volveré para matarte". La mujer afirmó que estas palabras no le sorprendieron, ya que "amenazas había siempre", aunque los malos tratos fisicos habían cesado hace 7 años. Concretamente cuando Mari Carmen denunció a su marido por malos tratos en el Juzgado de Baracaldo y pidió ser acogida en un piso de la Diputación de Vizcaya destinado a mujeres en su situación. El tribunal condenó en aquella ocasión a su marido a un dia de arrestó por darle "un empujón", pero después Manuel le pidió perdón y aseguró que no volvería a hacerlo. Ella, pensando en su hijo, que entonces era muy pequeño, volvió a casa, pero siguieron las discusiones y lo que la mujer denominó en el juicio "venadas" de su marido, y que no eran otra cosa que explosiones de violencia en las que pateaba los muebles o rompía los cristales y los espejos. Manuel López reconoció que discutieron y aseguró que su suegro, un hombre de 71 años, convaleciente de una trombosis, apareció con una lata de queroseno para que "quemara todas las facturas" y así acabar con las peleas. Después no sabe lo que ocurrió, hasta que se vió ardiendo. Su ex mujer aseguró que fue el acusado quien, después de amenazarla de muerte, bajó al garage y subió con la garrafa de queroseno. Roció el suelo y las cortinas con el liquido, se echó parte por encima, y abranzándola gritó: "Crees que no soy capaz de hacerlo. Sí, pero juntos". Acto seguido encendió un mechero que le prendió la camisa en el pecho. Presa del pánico, lamujer le apartó de un empujón y en ese momento vio cómo él se convertía en una bola de fuego que prendía lo que tocaba, incluidas las cortinas, hasta que se envolvió en una manta que apagó las llamas. El acusado sufrió quemaduras de tercer grado en la parte superior del cuerpo, y ella lesiones leves, que no precisaron tratamiento médico. Durante la vista comparecieron dos médicos forenses, que habían realizado un estudio sobre la personalidad del acusado. Ambos aseguraron que no presentaba enfermedad mental alguna, pero sí trastornos de la personalidad. En concreto, detectaron "dificultades de control en sus impulsos"; es decir, poca capacidad para aceptar la frustración y una "reacción agresiva e impulsiva cuando se producen hechos que contrarían su voluntad". No obstante, ambos forenses apuntaron un dato importante: sus estudios se habían realizado dos años después de que ocurrieran los hechos. El padre de la víctíma, testigo del suceso, no compareció en el juicio, por lo que se aportaron las dos declaraciones que realizó ante la Ertzaintza y el Juzgado de Instrucción. En ambas, el anciano relataba una versión similar a la de su hija, y aseguraba que el acusado era "muy agresivo". La acusación particular quiso desmontar la versión de Manuel López, que acusaba a su suegro de traer el queroseno, e incluso de "empujarle con la garrafa", y afirmó que el hombre, de 71 años entonces, era incapaz, dado su estado de salud, de bajar diez escaleras y subir el combustible. De hecho, tenía que usar un bastón para andar, y su hija le ayudaba hasta a "abrocharse los botones de la camisa", ya que era incapaz de cualquier esfuerzo.

Tercero en discordia

La única sorpresa del juicio la protagonizó uno de los testigos. Su relato no se refería a los hechos en sí mismos, sino a los momentos posteriores. Y lo que contó no encajaba con nada de lo escuchado anteriormente. Este testigo es un joven que formaba parte de la dotación de la ambulancia que acudió al domicilio familiar. Según afirmó sin elmenor asomo de duda, la vítima y el acusado subieron a la ambulancia sin mostrar ningún signo de que hubieran mantenido, momentos antes, un grave enfrentamiento. Es más, cuando el joven les preguntó qué había ocurrido, la mujer le contó que habían sufrido un accidente casero y que su marido se había quemado porque "estaba fumando al lado de una garrafa de queroseno abierta". Ante la extrañeza de los miembros del tribunal, el jóven afirmó que recordaba perfectamente las pocas palabras de la mujer reprochando a su marido no haber tenido cuidado, con frases como "a quién se le ocurre" y otras similares.

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