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SALAMANCA

Una dulce tarde de otoño

Nada fue estridente. Todo se desarrolló como entre algodones, con sordina. Olía a otoño. Casi parecían sombras toros y toreros metidos en la interpretación de un argumento lineal, carente de emoción, sin posibilidades para la sorpresa.Destacó como siempre la torería de Esplá, que vino sustituyendo a Rivera Ordóñez. Colocado donde es debido y atento constantemente a los pormenores (iba a decir incidentes) de la lidia. Banderilleó con desigualdad a su primero, manso e inválido de los de tenerle que tirar del rabo para ponerlo en pie y volvió a poner banderillas en el cuarto, al que comenzó a muletear garboso. El toro, blando, le enganchó la muleta algunas veces en una faena afeada, que concluyó con el chisporroteo de unos estatuarios, un farol y un molinete.

Aldeanueva / Esplá, Barrera, Tomás

Toros de Aldeanueva, desiguales, sospechosos de pitones y con manejable descaste. Luis Francisco Esplá: pinchazo, estocada aguantando y descabello (palmas); pinchazo y dos descabellos (saludos). Vicente Barrera: estocada atravesada perdiendo la muleta y dos descabellos (silencio); estocada desprendida (escasa petición y saludos). José Tomás: estocada caída, rueda de peones y descabello (oreja); dos pinchazos -aviso con retraso- pinchazo, estocada tendida, rueda de peones y descabello (palmas). Plaza de La Glorieta, 14 de septiembre. 3ª corrida de feria. Tres cuartos de entrada.

Barrera no pasó de aseado en su primero, mugidor y distraído, que le enganchó la muleta más de la cuenta. En el quinto, más bien colaborador, compuso un trasteo desigual en el que sobresalieron unos naturales ligados en un palmo de terreno solamente con girar los talones. Su apostura vertical, eso sí, fuera de cacho, no dio para más.

José Tomás cortó la única oreja de la tarde, aprovechando la nobleza del tercero sin echarle al asunto excesiva gracia, esa es la verdad. Unas manoletinas ajustadas pusieron fin a su labor. Las manoletinas gustan mucho y resultan novedad ahora mismo, lo que son las cosas. En el sexto, que a toda costa quería irse, logró a fuerza de "sobeteo" como se dice actualmente, que se quedara con él y se eternizó en una faena deslavazada y fría, que tuvo como mérito haber conseguido que el toro no volviese al campo.

Todo gris, todo tibio... la emoción, ausente.

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