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FÚTBOL SEGUNDA JORNADA DE LIGA

El Deportivo ridiculiza a Ranieri

Los coruñeses merecieron más goles ante un lamentable Valencia

Xosé Hermida

De vez en cuando el fútbol deja en evidencia el viejo cuento italiano. Ranieri se había puesto de moda tras su exitoso agosto europeo, pero con partidos como el de anoche el crédito se le puede acabar muy pronto. La lúgubre propuesta de catenaccio y patadón quedó ridiculizada por un Deportivo que ejerció una autoridad aplastante durante 75 minutos. Los coruñeses mostraron detalles muy esperanzadores aunque les faltó contundencia para alcanzar la goleada que hubiera hecho justicia a su buen juego y a la racanería impresentable del rival.El Deportivo desperdició en la primera parte la ocasión de resolver el partido por vía expeditiva. Frente a un adversario ausente, despreocupado del juego, los coruñeses dominaron con una autoridad insospechada. Hay en este Deportivo un inequívoco aspecto de regreso a los orígenes, aquel fútbol aguerrido, vertical y sencillo que nunca más se ha vuelto a ver en Riazor desde la jubilación de Arsenio. Anoche, el Deportivo volvió a mostrar rasgos de aquel espíritu y se lanzó a por el partido desde el primer minuto. El Valencia no se dio por enterado del temprano gol de Schurrer, que esperó agazapado en el segundo palo un magnífico centro de Armando para acreditar su fama de cabeceador. El tanto obligaba al Valencia a variar su estrategia, pero Ranieri es de esa clase de gente que ve el fútbol en una sola dirección. El Valencia siguió jugando como si el marcador le fuese favorable: metido atrás, renunciando al balón, entregado a la siniestra manía del pelotazo, con un centro del campo inexistente y con dos delanteros reducidos a la condición de espectadores. Uno de ellos, Lucarelli, se quedó en la ducha durante el descanso dejando en el aire la duda de si detrás de su aspecto de fornido remero se esconde alguna cualidad futbolística. A Ilie tampoco se le vio hasta el minuto 67, cuando el Valencia alcanzó la proeza de su primer disparo a puerta.

El Deportivo se movió a sus anchas y, para solaz del público, disfrutó del balón todo el tiempo que le dio la gana. Por encima, el Valencia ni siquiera fue capaz de ocultar su nulidad con cierta solvencia defensiva. Al contrario, dio toda clase de facilidades y por momento pareció carne de goleada. Pero el Deportivo estropeó su lucida noche por una desesperante falta de pegada. En ese aspecto nadie como Djalminha acumuló tanto infortunio. Jugó un partido más que aceptable pero lo falló todo en los instantes decisivos. Para colmo, en el minuto 61 el portero le desvió un claro penalti de Soria a él mismo que acabó con el balón en el poste.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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