La protesta vecinal vuelve a parar un derribo en el centro de Valencia
La guerra psicológica pudo con las piquetas. Hartos de que los vecinos les amargaran el día con huevos podridos, cintas de casete con las voces más lastímeras y cadenas humanas, los obreros de la contrata municipal de derribos, Comsa, se marcharon ayer sin cumplir la orden de la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá: debían tirar abajo la vieja fábrica de sombreros situada en los números 3 y 5 de la calle de Llíria (en El Carme), uno de los últimos vestigios de la revolución industrial en la ciudad.
A las ocho de la mañana, cuando llegaron los obreros, se encontraron la puerta misteriosamente bloqueada. Abrieron una brecha en la pared pero no tardaron en salir. Dentro les esperaba un desconocido que les recibió con huevos podridos. Cuando llegó la policía, ya no quedaba ningún intruso en la fábrica al que pudieran detener por invadir un edificio de propiedad municipal. La contrata continuó con la demolición, mientras cerca de medio centenar de personas de todas las edades, agrupados en la Asociación de Vecinos Atzucac Gutenberg, les obsequiaba los oídos con todo tipo de cánticos: "Especulació no, vivendes sí", "Fora del barri", "Rita dimite, el barrio no te admite...". Pero lo más insufrible para los operarios fue la audición de una cinta grabada con llantos de niños y voces angustiadas que imploraban que no les dejaran sin techo. Pese a todo, no dejaron de empuñar las piquetas contra la fábrica de ladrillo hasta que los vecinos tomaron una decisión extrema: proteger el edificio con sus cuerpos, formando una cadena humana. "Así no se puede trabajar, paramos y nos vamos", acabó ordenando el responsable de la contrata. Los vecinos, exultantes, celebraron la victoria de su tercera batalla: el viernes y el sábado también frustraron las órdenes de derribo de Barberá. "No deben tener los papeles en regla cuando la policía no se ha quedado para ayudarles", ironizaban los vecinos, convencidos de que el Ayuntamiento no ha pedido permiso a la Consejería de Cultura para el derribo.
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