Supersticiosos

Desde hace más de veinte años la ciudad de Cervera celebra un aquelarre al que acuden brujos y brujas para intercambiar potingues, drogas y ensalmos con los que influir sobre la Madre Naturaleza. Aún quedan poetas capaces de vivir del arte; quienes ven el cosmos como un conjunto de infinitos objetos hermanados por ligas secretas, son poetas. Que el planeta Saturno, la obsidiana y mi hígado tengan una ley común, un hilo invisible que los une, eso es la poesía. Para los poetas, lo más lejano es lo más próximo y una egagrópila de búho recogida con luna menguante, uncida mediante un clip a la declaración del patrimonio, puede enamorar a un inspector de Hacienda. Pero este año las fuerzas progresistas de la comarca han atacado a los brujos y han intentado acabar con el festejo. Treinta intelectuales positivistas han escrito un manifiesto contra el aquelarre "por ser contrario a la ciencia y al espíritu racional y técnico que marca a la cultura occidental". Lo extraordinario es que estos descreídos son sacerdotes de la Iglesia romana y practican un catolicismo racional y técnico. Así, cuando celebran el sacrificio de la misa no se produce la transubstanciación de la carne y la sangre de Jesucristo, sino la deconstrucción de un rito caníbal de la baja latinidad, y cuando untan los óleos de la extremaunción en realidad ponen penicilina o Viagra, según los casos.El Gran Cabrón satánico que se apareció a los brujos de Cervera, como todos los años el último sábado de agosto, anunció que iba a luchar contra la competencia con sus mismas armas. "¡He abierto una página web!", rugió con voz infernal. "Esos horteras no podrán con nosotros". La superstición de la técnica ha ocupado ya toda la Tierra y ahora se lanza a conquistar el cielo y el infierno.
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