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El flautista de Hamelin

Unos meses antes de salir en libertad, todavía entre rejas, Eddie escribió un cuento. Le puso un título -Un cadáver mal calzado- y lo presentó al concurso literario de Instituciones Penitenciarias. Consiguió el segundo premio, pero no lo firmó. Debajo de la última frase, como un homenaje a su pasado, quién sabe si a su final, Eduardo Arenas escribió:-Hamelin.

No era la primera vez que su nombre se confundía con el del flautista. Durante el juicio que le acarrearía una condena de 168 años de cárcel, Fernando Oliete, uno de los abogados de la acusación particular, lo miró fijamente y le recriminó que hubiese utilizado de manera tan malévola su inmenso poder sobre los niños: "Usted para ellos era todo. Usted para ellos era... el flautista de Hamelin".

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Eduardo González Arenas era también para los niños el príncipe Alain, el todopoderoso, el único que los podría llevar al planeta Delhais; el elegido para salvarlos del cataclismo nuclear que con toda seguridad destruiría la tierra en 1992. Con promesas tan deslumbrantes, y con una abundante quincalla que iba desde los uniformes paramilitares a tatuajes sobre la piel con hierros candentes, Eddie fue conquistando a niños de entre 11 y 14 años, todos de buena familia; los más guapos, los más inocentes, los más atrevidos quizá; los "guardias de hierro" de Eddie.

Después de que fuese juzgado y condenado, una de las madres de aquellos niños confió su experiencia a este periódico. Con la sentencia en la mano -página 8, párrafo cuarto- leyó, corrigiendo con voz temblorosa el estilo embarullado del juez: "La graduación de guardia de hierro sólo se concedía a los elegidos en un ritual solemne donde eran marcados en el brazo izquierdo con un alambre al rojo vivo. En el acto prestaban juramento de fidelidad absoluta al grupo".

-Mi hijo tenía esa extraña cruz en el costado, bajo la axila, tapada bajo el brazo izquierdo...

Luego, con un sentimiento que se paseaba entre la vergüenza y el complejo de culpa, se excusó:

-No se la vi hasta meses después de descubrirse el escándalo. No es tan fácil ver desnudo a un hijo de 13 años.

Aquel chaval, como tantos otros, había formado parte del grupo de montaña de Eddie -se llamaba Edelweis, que es el nombre de una flor que crece en alta montaña- y, gracias a su rango de guardia de hierro, tuvo el honor de ser obligado a mantener relaciones sexuales con otros miembros del grupo mayores que él; fue sodomizado por Eddie y le guardó el secreto hasta el día del juicio.

Todavía hoy se le nota bajo el sobaco una extraña cruz marcada a fuego.

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