Cada canción, un recuerdo
El sonido 'remember', que evoca la música de los ochenta, se consolida como filón de las discotecas valencianas
"Algo había de cambiar para que todo siguiese como estaba", dice el Príncipe de Salina en El Gatopardo, de Visconti. El fresco cinematográfico de Visconti popularizó la dolorosa frase que había ideado el autor de la obra literaria original, Giuseppe Tomasi di Lampedusa. El sentido amplio de estas palabras es aplicable, más allá de la política, a cualquier contexto, también al musical que se desarrolla en el entorno valenciano. Cada vez más, aumenta el número de discotecas que programa la música que se escuchaba en la zona durante los años ochenta, y con reconfortantes resultados económicos. ¿Qué cambió la época? Una apisonadora llamada bakalao, que pulverizó a principios de los noventa cualquier otra opción bailable. Poco a poco, con el descrédito incluso social ligado a la mákina, algunas salas han decidido mirar atrás, por encima de que las tendencias actuales en dance se sitúen a años luz de los ochenta. Convocan a un público que vivió su adolescencia aquellos años, a otro nuevo que quiere encarnar una época que aún se considera mítica y a estratos intermedios arrepentidos de haber disfrutado con el bakalao. Todos sueñan con que nada ha cambiado. Mientras el resto de España bailaba a ritmo de funky, durante la década pasada los disc-jockeys valencianos crearon un conglomerado musical propio. El tecno incipiente, el pop-rock alternativo, y los aullidos de los grupos siniestros formaban un compuesto que puso a Valencia en el mapa europeo. En los noventa, reinó el house en el mundo, y aquí tuvimos nuestra versión verbenera en forma de mákina. Consecuencia: crecieron los nostálgicos de lo anterior, desencantados con lo nuevo. Para ellos, el disc-jockey Dr. Spoky creó un programa en la emisora Radio l"Horta llamado Remember the time, que exploraba en los ochenta. A partir de la buena acogida, Spoky se ha venido dedicando a hacer fiestas de este sonido en discotecas que se llenaban en sus sesiones. Unas celebraciones en las que, según él, ha llegado a recaudar más de un millón de pesetas. La identificación del título del programa con esta música impulsó que se la etiquetara como remember. Paradójicamente, Spoky, de 24 años y que vivió los ochenta de soslayo, quiere hoy abrirse a otros campos: "me interesa el house, pero me contratan más para el remember". La evocación se ha convertido en reclamo y, este verano, la corriente arqueológica ha llegado al cénit. Salas como Evento, Limón o Arabesco han programado regularmente fiestas de este tipo con distintos pinchadiscos. Han proliferado las emisoras de radio con espacios fijos musicales de los ochenta y macro-discotecas como Varadero o Bananas han afianzado sus pistas remember. La de esta última es una de las más veteranas. En ella pincha Plácido, quien asegura que el remember "se asentó definitivamente con el auge de las macro con distintos espacios. Todos tienen uno para esta música". Según Plácido, "el secreto para mantenerla es no ofrecer sólo lo más comercial, aunque es lo que la gente pide. Sobre todo por la popularidad de los discos recopilatorios, que potencian lo que fue más exitoso". La discográfica que mejor reseña este fenómeno es la compañía valenciana Contraseña. Desde hace cinco años, lanza al mercado sus recopilatorios Maxi-Pop, que acostumbran a vender cerca de 25.000 copias cada uno (van por el cuarto), y seleccionan artistas venerados de aquel tiempo como Peter Murphy o The Essence. Asimismo, obtienen licencias de las discográficas inglesas y reeditan vinilos de los ochenta deseados y descatalogados. "Hay otras discográficas fuera de Valencia que han hecho cosas similares, y no han funcionado. Es porque no saben qué discos calaron hondo y quiere redescubrir el público", afirma José Vicente Mollá, gerente de Contraseña. Esta recuperación del ayer ha propiciado efectos altamente curiosos. Uno de ellos es su expansión, puesto que en Madrid y Barcelona se venden bien los discos de Contraseña, y se pincha esta música. Otro, que artistas que en su país no son recordados más allá de su escalera, sean en Valencia tratados como tótems. El caso más flagrante es el de Mark Shaw, cantante del grupo inglés The Jerico, que llegó a vivir un tiempo aquí para grabar con compañías valencianas y actuar en compañía de su mujer, que es disc-jockey. Algunos pinchadiscos han sido también rescatados del limbo, como Espiniete, de Ku-Manises, la autodenominada "catedral del remember". Pinchaba en los ochenta, con la llegada del bakalao se retiró para fabricar salpicaderos de coches, y con el advenimiento del remember, fue invocado por el dueño de esta sala para difundir la misma música de antes. Ku-Manises ha sido pionera en programar remember cada semana, no eventualmente. Y lo ha hecho con tal impacto que ha creado su propia versión veraniega, Ku-playa, en Xeraco. Su propietario, José Madero, confirmaque la facturación de un sábado de Ku-Manises envuelve los tres millones de pesetas, y que a ella acuden despedidas de soltero hasta Requena y Alicante. "La edad media del público es de 28 años. Quieren bailar y recordar, sobre todo si van a casarse, porque ésta fue su música de solteros". Así, si antes las guitarras de The Cult o los bramidos de Bauhaus eran recibidos por un público lánguido con pelos de colores, ahora son bailadas en corro por pandillas jaraneras. Para Madero, "el remember es como a paella: empezó como plato de unos pocos, pero ya es un clásico para todos". Aunque según José, el relaciones públicas de la macrodisco Limón, "es como la ensalada, que está mejor dentro de un menú más amplio". Realmente, la paella y la ensalada casan muy bien, pero si se digieren mal, pueden provocar acidez.
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