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Desarraigo e ignorancia

La presencia de inmigrantes africanas, latinoamericanas o de los países del Este es cada vez mayor en las zonas de Madrid donde se ejerce la prostitución callejera, como, por ejemplo, la Casa de Campo. Algunas de estas mujeres sabían para qué emigraban, aunque a menudo desconocían las condiciones en que iban a ejercer su actividad. Otras han llegado engañadas de la mano de mafias que les ofrecen un trabajo inexistente y luego trafican con ellas. El 44% de las 1.213 mujeres atendidas en 1997 por la unidad móvil de Médicos del Mundo que ofrece asistencia sociosanitaria en las zonas de prostitución lo constituían inmigrantes, sobre todo de Liberia, Nigeria y Ecuador. Asimismo, el 38% de los casos atendidos por la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención de la Mujer Prostituta (APRAM) el año pasado se refería a nigerianas, liberianas, somalíes, ecuatorianas, brasileñas y colombianas.

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Una deuda de horror

Este hecho no es nuevo, ya que viene repitiéndose desde el inicio de esta década, coincidiendo con el mayor flujo de inmigrantes a la región.

Según informan las asociaciones de apoyo, las mujeres extranjeras suelen vivir varias en un piso, cambiando a menudo de localidad, con lo que aumenta su desarraigo y su desconocimiento de los servicios de atención a los que pueden recurrir. Las que proceden del África subsahariana son las más jóvenes, rondando la mayoría los 23 años. Nadie sabe cuántas mujeres se dedican a la prostitución en Madrid, pero, según datos municipales, pueden llegar a las 2.000 las que ejercen esta actividad en la calle.

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