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El mestizaje de Murla

La fuerte inmigración de esta pequeña población de La Marina en los años 30 la convierte en un crisol cultural

La selección nacional francesa puso de moda la cultura del mestizaje en el pasado Mundial de fútbol. Un combinado de jugadores de Argelia, Armenia, Guadalupe, País Vasco francés, Ghana, Senegal , Guayana, Argentina e Italia, que en principio parecía explosivo, pero que acabó alzándose con la copa del mundo. La simbiosis que vivieron los jugadores seleccionados por Aimé Jacquet, tal vez no fuera casual. Existe, al menos, un precedente en la Comunidad Valenciana y que se repiten cada verano en Murla. Los meses de julio, agosto y septiembre las calles de Murla, una población de la Marina Alta que no supera los 330 habitantes el resto del año, recibe la visita de modernos vehículos con matrículas extranjeras. Han llegado hasta esta población, de tortuoso acceso para quienes no toleran las curvas en la carretera, conducidos por los familiares y descendientes de vecinos de Murla que hoy son ciudadanos americanos o franceses. Estos días estivales, en que la población se dispara hasta cerca de los 1.000 habitantes, no es extraño ver pasear por la plaza a alguien leyendo el Finantial Times camino del bar en busca de tertulia y su aperitivo. Aunque sean franceses o americanos el resto del año no han olvidado sus costumbres ni su lengua valenciana, que muchos aún utilizan para entenderse entre ellos. El origen de este insólito mestizaje que vive Murla cada verano tiene su origen a mediados del siglo XX con las migraciones de murlers a Estados Unidos, Argelia o Alemania en busca de nuevas oportunidades. "Hasta los años 30, Murla se enriquecía de la alta producción de sus viñas que comercializaba en el extranjero a través del puerto de Dénia", recuerda su actual alcalde, Juan Bautista Giner. Pero llegó la filoxera que redujo a la nada la principal fuente económica de esta población y obligó a sus vecinos a dirigirse en desbandada a Estados Unidos. Carmen Giner, de 89 años, fue uno de aquellos primeros emigrantes que llegó hasta el estado norteamericano de Connecticut en busca del preciado trabajo. Fue una de las fundadoras de la colonia New Britain en cuyo callejero persiste una calle denominada Murla en honor al fuerte éxodo hacia tierras americanas. "Después de esta emigración hubo otra a partir de 1960 que se encaminó hacia Argel", recuerda el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Murla, Jaume Riera. "Los que se dirigieron allí, se establecieron en Francia cuando la colonia argelina dejó de pertenecer a España", añade. A esta circunstancia se debe la presencia francesa en la población. Y como no hay dos sin tres, ya entrados los años 70 otro grupo de murlers marchó a Alemania a hacer las Américas. De las tres emigraciones, la mayor fue la del Nuevo Continente. Allí fue donde Carmen Giner obtuvo un empleo, pero a cambio tuvo que adaptarse a las costumbres anglosajonas. La legislación americana la obligó, como a todos los que marcharon de Murla, a perder sus apellidos de soltera para adoptar el de su esposo. Allí nació su hija Carmen, Carmeta, con la que vive ahora en Murla. También en América se casó su otro hijo, José, con su novia Amelia, que también tuvo que cambiar su apellido Pont, por el de su esposo. La casi nonagenaria Carmen Giner apenas habla ya y muy poco puede recordar de su aventura americana. Pero por ella lo han hecho ahora su hijo y su nuera que rememoraron como las incipientes fábricas estadounidenses dieron trabajo durante años a ésta y otras familias. El afable matrimonio, ya jubilado y con tres hijos, comparte a su madre tres meses al año, ya que el visado no les permite pasar más de 6 meses en España. Así mantienen la ciudadanía americana y como tales se pronuncian. "Somos demócratas y allí votamos a Clinton", reconoce sin ningún pudor José Giner a sus 68 años. No pudo remediar pronunciarse contra algunos de sus compatriotas en relación al alcance que ha adquirido la vida sentimental del presidente de los EE.UU. "La gente allí es muy puritana. Todo esto lo han exagerado los sectarios del sur. Los del norte tenemos la mentalidad más abierta, somos más europeos". A pesar de la fuerte influencia que ha marcado en ellos la cultura americana, tratan de no perder, cuando se encuentran la otra parte del Atlántico, las celebraciones hispánicas. "Por San Josep no reunimos y ese día comemos paella", explica Amelia. También se juntan con sus compañeros en el club de españoles (ellos lo pronuncian clab) para celebrar el año nuevo. Los Giner son una de tantísimas familias originales de Murla que han prosperado en el extranjero y que prefieren para pasar su verano la tranquilidad de una población del interior. Una larga lista en la que se incluyen un profesor de literatura hispánica en la Universidad de Boston y un antiguo rotulista de películas de Hollywood. Este fue hijo de José Vicente Riera a quien los de Murla recuerdan con orgullo por ser el introductor de las cuerdas centrales en el "trinquet".

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