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Verano 98

Las moderadas temperaturas del mes de agosto han disminuido la hospitalización de ancianos

La demanda en las residencias para la tercera edad aumenta durante la época estival

Aunque este verano esté haciendo bastante calor, el ingreso de personas mayores por urgencias en los hospitales no está siendo muy alto. Lo mismo ha sucedido en los dos últimos años. La razón fundamental es que ha habido días con temperaturas muy altas, pero no de manera continuada. Y ese es el verdadero riesgo para las personas mayores: las olas de calor que duran cuatro o cinco días. El descenso de la temperatura durante la noche de los dos últimos meses ha provocado que el riesgo para la tercera edad haya sido menor. Normalmente, las personas de avanzada edad son más proclives en estas fechas a sufrir el denominado golpe de calor, la enfermedad más grave relacionada con las altas temperaturas. Esta dolencia se caracteriza porque el enfermo sufre un aumento de la temperatura corporal de hasta 42 grados que no disminuye con ningún tipo de tratamiento médico. Asimismo, la persona suele sufrir pérdidas ocasionales de consciencia y se produce una destrucción del tejido muscular que influye, junto con la deshidratación, en una aguda insuficiencia renal. 20 muertos en 1992 Ha habido veranos de verdadero calor en los que durante cuatro o cinco días las temperaturas han sido de más de 35 grados, y durante la noche no han descendido de los 25. Es a partir del cuarto día caluroso cuando las personas de más edad comienzan a acudir a los hospitales con dolencias de más o menos gravedad relacionadas con esta ola de calor. En el año 1992, por ejemplo, 20 personas fallecieron en el hospital Virgen del Rocío de Sevilla. El parte médico coincidía: golpe de calor. Al margen de la gravedad que reviste esta dolencia, las personas mayores aquejadas de patologías crónicas corren el riesgo de que con las altas temperaturas sufran una descompensación que puede resultar fatal. Estas personas deben evitar tanto las altas como las bajas temperaturas. Y es que el mes de mayor mortalidad para la tercera edad es el de julio, sobre todo para las personas que, en su senectud, están aquejadas de patologías cardiovasculares. En las últimas semanas los hospitales andaluceshan notado el aumento de ingresos por urgencias, a medida que han aumentado las temperaturas. No son pocas las ocasiones en que los propios ancianos se niegan a ir de vacaciones a lugares con sol y playa. Las altas temperaturas que asolan el país durante los meses de julio y agosto hacen que más de uno prefiera quedarse en una residencia con aire acondicionado. Durante la época estival aumenta en gran medida la demanda en las más de 400 residencias, públicas y privadas, que existen en la comunidad andaluza; y las plazas útiles -20.676 según un estudio del Instituto Andaluz de Servicios Sociales- no son suficientes, con el consiguiente aumento de listas de espera en los centros públicos. Mucha gente no puede permitirse pagar las alrededor de 90.000 pesetas al mes que cuesta una residencia privada. Huir a los pueblos Otras veces, los ancianos prefieren refugiarse en sus pueblos de origen, como alternativa a las residencias. Según la Federación de Organizaciones Andaluzas de Mayores (FOAM), en las ciudades, cuando llega el calor, las asociaciones notan una disminución de afluencia en torno al 50% de sus afiliados. Trasladarse a un pueblo, sin embargo, tiene un riesgo añadido: la falta de hospitales cercanos. "Los mayores del medio rural se preocupan más por su salud y tienen más miedo a caer enfermos", explica Antonio Sáiz y López, presidente de FOAM. Hay pueblos pequeños a los que el médico va una vez por semana y donde las emergencias pueden ser más peligrosas que en las ciudades, dado que una ambulancia debe trasladarse kilómetros antes de poder llegar a un centro médico en condiciones. Las residencias privadas, como La Paz, en pleno centro de Sevilla, son lugares privilegiados. Ésta en particular no tiene aire acondicionado, pero tampoco parece muy necesario. Sus gruesos muros otorgan una temperatura más que aceptable para esta época del año. De sus 18 internos, sólo Josefa, la más veterana, parece sentirse incómoda. "Lo paso muy mal con el calor", se lamenta sobre su silla de ruedas. Pero ella ha encontrado una solución: meterse en la habitación. María y Rosalía, dos hermanas solteras que se han agenciado un ventilador y han conseguido convertirse en la envidia de toda la residencia. "Nosotras sí que estamos estupendamente", comentan a coro.

Abandono en hospitales

El lado más triste de la tercera edad gira en torno a los hospitales. Si el abandono de ancianos en gasolineras es un hecho conocido, pero poco frecuente, lo que sí es algo más común es el fenómeno de familias que ingresan a sus mayores en los hospitales, pese a que su estado de salud no lo requiere, y tratan de que los centros de salud se ocupen de ellos. La razón es sencilla: las residencias públicas tienen listas de espera y las privadas son demasiado caras. "Estas personas tratan de que el Estado se ocupe de sus mayores sea como sea", explica Ovidio Muñiz, médico del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. Muchos hospitales deben hablar con los familiares para convencerles de que la suya no es una tarea social. "En ocasiones nos encontramos en la frontera entre la medicina y la asistencia", explica el doctor Muñiz. En ocasiones, los familiares dejan a sus ancianos en el hospital, porque deben ser ingresados por alguna enfermedad, pero luego se niegan a recogerlos. "Nos han llegado a amenazar con no abrir la puerta de su casa si damos de alta a sus familiares y los mandamos en ambulancia", señala el doctor. Este fenómeno se multiplica normalmente a partir de la segunda quincena de agosto.

La familia alternativa

Beatriz tiene 88 años y lleva un mes en la residencia La Paz de Sevilla. Ha sufrido un pequeño accidente que le obliga a guardar cama, pero eso a ella no parece importarle demasiado. "Aquí estoy muy a gusto porque me tratan muy bien", sonríe mirando a Carmen Portales, una de las tres personas que dirigen esta residencia, en la que actualmente conviven 18 ancianos. Beatriz y Teresa -una mujer menuda y algo dura de oído- son internas temporales que van a pasar el verano en la residencia. Teresa tiene 94 años es soltera y lleva cinco días en el centro. "Estoy en la gloria", asegura. "Mis compañeros son muy buenos y la atención es estupenda". Su sobrino está con ella haciéndole una visita. "He venido a incordiarla un poco" bromea. "El otro día vine por primera vez a visitarla y lo primero que me pidió fueron caramelos". Teresa matiza: "No me quedan dientes, pero comer, como mucho". Permanecerá interna "si dios quiere" hasta el 17 de septiembre. Antiguamente eran las familias las que se ocupaban de sus mayores. Es lo que recuerda Antonio Sáiz y López, presidente de la Federación de Organizaciones Andaluzas de Mayores (FOAM), que cuenta con 650.000 afiliados. "Los mayores deberían estar en sus casas, con su familia", dice. "Pero las familias son cada vez más pequeñas y mayor la cantidad de miembros que trabajan". Antonio Rodríguez es miembro de una de las 56 asociaciones que integran la FOAM. Su hermana Manuela tiene 86 años y padece demencia senil. Antonio ha decidido ingresarla este verano en una de las residencias que gestiona la federación en la localidad sevillana de Osuna, por una razón de peso: "Tengo cinco hijos en Barcelona y llevo tres años sin verlos", explica. Y es que cuidar de una persona mayor implica un trabajo enorme y una dedicación absoluta. Descanso Muchas residencias, entre sus plazas disponibles, cuentan con algunas de carácter temporal, pensadas como un servicio para atender emergencias. Los casos más comunes son la falta de familiares; la incapacidad de éstos para atender a sus mayores; la invalidez temporal del familiar por razones médicas; y la necesidad que tienen muchas familias de disfrutar de un periodo de descanso. "Hay que evitar la soledad, la tristeza y el miedo", señala Antonio Sáiz. El presidente de FOAM reconoce que muchas veces es necesario ingresar a los mayores, aunque no cree que el mejor lugar para ellos sean las macrorresidencias. "Allí nadie conoce a nadie", explica, "aunque es más correcto ingresar a los ancianos en residencias durante el verano, que abandonarlos en una gasolinera".

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