Excesos
VICENT FRANCH I FERRER El contenido, resultados que se esperan y entidad política de la Ley que aprobará el próximo 2 de septiembre la creación de la Acadèmia Valenciana de la Llengua es tan importante para los usuarios leales del valenciano que entretenerse en la apasionante escenificación de las vergüenzas de más de uno puede resultar poco recomendable y, hasta cierto punto, ayuda a los frustrados que día a día enmiendan su propia audacia a base de usar cualquier pretexto para echar abajo los decisivos pasos dados hasta hoy. Ni siquiera la contraindicación que agosto supone para los sofocos políticos (el mes de los levantamientos fue siempre julio) ha disuadido a los que solos ante la evidencia de su inconsistencia política o civil se ven abocados al exceso con tal de lograr frenar un proceso que ya les rebasa. A mí no me extraña, pues, que en última instancia, el presidente de lo que queda de UV sugiera a media boca que nada menos que el Presidente de la Generalitat prometió al inefable Casp mayoría de lingüistas de pacotilla en el futuro ente normativo, ni tampoco que ese personaje que obsesiona a Burguera (Casp) ratifique con otra media boca que durante la visita que rindieron algunos cargos públicos del PP a la RACV alguien hablase de que la futura Acadèmia contaría con mayoría de secesionistas. Se trata, sin duda, de dos mentiras de pena, o de una sola mentira al alimón. De hecho, ambas sugerencias apuntan al exceso y a la desesperación de quienes debiendo ser copartícipes del éxito que supondrá la creación del ente normativo no ven más camino que la huida hacia adelante. Paradójicamente, su propia existencia política nos sugirió la vía del acuerdo, y ahora son ellos quienes huyen. Quizás confían en que podrán calentar al público para volver a las andadas, y quizás lo que conviene es que lo hagan cuanto antes para que el pacto muestre su fortaleza y sus valedores el grado de solidaridad política que conlleva, más allá de la nominalidad de lo que vendrá a decir la Ley y, por supuesto, mucho más allá de las ambigüedades que suscitan los silencios de los actoresprincipales.Evidentemente, el 2 de septiembre será un día importante para la causa de la lengua propia de los valencianos, y no tengo la menor duda de que quienes no tienen nada que ofrecer a la convivencia convertirán esa fecha en un 18 de julio para extremistas de causas ajenas escondidos bajo los sufridos y muelles pliegues de la lengua. Pero no es menos cierto que le estamos dando un protagonismo excesivo a la minoría que actúa de espaldas al sentido de la historia y a la legitimidad de las decisiones del ámbito de la política en democracia. Debió haber más pedagogía al servicio del proceso de pacto, más debate a cara descubierta, y menos espacio regalado para agoreros, victimistas, mercaderes, payasos con cargo a cuenta de los malentendidos y vendedores de almas ayunos de prestigio cultural. Porque el silencio de los prudentes ofició aquí de resquicio para mucha chatarra intelectual, para el imperio del exceso verbal, para que los charlatanes se volvieran gurús que saben de todos los secretos.Cuando esté seguro de que aquello por lo que hemos trabajado miles de valencianos ya es un hecho histórico sin vuelta atrás contaré lo que se -y guardo por pudor-, de más de uno de los que esperaban y aún esperan vivir de la voladura de lo andado. Y es que, a pesar de no tener alternativa, algunos prefieren una buena guerra a un acuerdo mediocre, pero eso sí, sin poner ellos las víctimas. Hablaremos.
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