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Se lavan billetes

La vida de una considerable suma de dinero puede ser ejemplar, pero si aparecen borrones en su expediente, a su propietario le interesa eliminarlos con el mejor quitamanchas que pueda encontrar. Es lo que se conoce como lavar o blanquear dinero. A la persecución de esas prácticas los policías españoles se incorporaron con retraso. Las UDYCO (Unidades contra la Droga y el Crimen Organizado) existen desde finales de julio del año pasado. Fuentes del grupo que persigue el fraude, la estafa y las operaciones de lavado de dinero, integrado en la UDYCO de la Comisaría de Alicante, señalan que en su campo está el futuro de la lucha contra el crimen, como corrobora el mayor equipamiento informático de sus dependencias. Ante todo, cabe diferenciar entre dinero negro y dinero sucio. El primero es el procedente de fraudes fiscales y de triquiñuelas de empresas y ciudadanos para eludir impuestos u ocultar beneficios. El segundo procede de actividades ilícitas realizadas por individuos o redes de delincuencia organizada. El negro es el que más abunda en la Comunidad Valenciana, según el director del Instituto de Investigación de Drogodependencias (INID), José Antonio García, que coordinó a finales de julio un curso de verano de la Universidad Miguel Hernández sobre el tema. En ambos casos, las vías de lavado implican una compleja trama de operaciones bancarias cruzadas, envíos de efectivo, pagos fraccionados -lo que se conoce como pitufeo- y otras maniobras. La primera vez que los estados europeos decidieron tomarse en serio la lucha contra el blanqueo de dinero fue en 1988, en la convención de Viena en la que se decidió elaborar una política conjunta destinada a la persecución de los delitos financieros. "Era importante que todos estuvieran de acuerdo en la lucha para que no se produjeran migraciones a países con mayor permisividad hacia el fraude", narra el director del INID. Como instrumentos para esta batalla se sentaron los principios de la confiscación y el embargo de bienes. En España, el dinero confiscado procedente del narcotráfico se destina a la ayuda a los drogodependientes. La eliminación del secreto bancario era un paso fundamental en el proceso. De este modo, los tribunales podrían incautarse de documentación y consultar cuentas corrientes sin el permiso del banco y del cliente. Los agentes se quejan, sin embargo, de que los bancos son reacios a proporcionar datos sobre los clientes aunque estén obligados por ley. Los acuerdos de Viena se plasmaron en la Declaración de Basilea del mismo año. Se creó un Comité de Supervisión Bancaria con representación de los diez países miembros de la Unión Europea en aquel momento. Todos los gobiernos recibieron un informe que se configuró como el Convenio de Estrasburgo de 1990, que trazaba las tres líneas fundamentales de la lucha contra el fraude: la identificación de clientes sospechosos, el cumplimiento de las leyes y la cooperación con las autoridades a nivel internacional. A partir de ahí, los delincuentes financieros han tenido que estrujarse las meninges para poder sortear las nuevas trabas que les imponía la normativa. En general, todas las operaciones que impliquen sumas superiores a los 15.000 euros (2 millones y medio de pesetas) son sospechosas. Los delincuentes recurren a trucos como depositar mucho dinero en una misma cuenta, pero en cantidades pequeñas y a través de personas diferentes; disponer de muchas cuentas corrientes en las que ingresan el dinero poco a poco; camuflar efectivo con la compra masiva de cheques de viaje o compincharse con el dueño de un casino, cambiar una suma de negro o sucio por fichas, ganar la misma cantidad a la ruleta, y volver a cambiar las fichas por dinero limpio. La picaresca en los casinos también puede producirse en grupo, cuando cinco personas de una misma banda adquieren fichas por valor de un millón cada una y, pasado un tiempo, se reúnen en los lavabos y uno de ellos se queda con todas las fichas, que cambia por cinco millones limpios como una patena. Pese a que las facultades adquiridas por las fiscalías a partir de 1990 facilitan mucho la labor de persecución de estas actividades, el director del INID señala que "una vez que el dinero comienza a blanquearse, es difícil seguirle la pista. Es mejor prevenir que curar, ya que la operación de lavado puede durar meses, e incluso años, y el dinero puede dar la vuelta al mundo". El lavado de divisas es como un virus que muta para inmunizarse después de cada ataque de anticuerpos. En el futuro inmediato, José Antonio García prevé una gran efervescencia del blanqueo de dinero negro y sucio en Europa. Las prisas las marca la entrada en vigor de la moneda única.

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