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Tribuna:VERANO 98
Tribuna
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Historia de Percus

DE PASADACaminaban los dos, padre e hijo, a velocidad de crucero por el centro de Sevilla. Sierpes, Sagasta, la plaza del Salvador con una paloma cagándose en Martínez Montañés y La Alicantina en obras. Tendrán la fórmula de la ensaladilla rusa en alguna caja fuerte a salvo de plagiarios. Seguían por Puente y Pellón, la Encarnación con el mercado en desbandada. Apretaban el paso por Regina, nombre de la calle y del cine donde ahora hay un mercado marsupial. La meta estaba muy cerca. A un lado de la cera, lo que fue el cabaré Viña Blanca. Al otro, lo que es la bodega de Vizcaíno. El padre respiraba. La librería Baena todavía no había cerrado. Compro, vendo, cambio. El padre tenía la edad de su hijo cuando hacía ese mismo camino para comprar allí las aventuras del Guerrero del Antifaz. Quizá ahí se forjó la pasión por el cómic y la ilustración de Pedro Castro, que ahora tiene 40 años. Rubén Castro, su hijo, tiene nombre de boxeador dominicano o guarachero cubano. Tiene los 10 años que tuvo el padre. Pedro ha dirigido una agencia de publicidad, hace portadas de discos y es un diseñador muy solicitado que mete a Bill Gates en las cuevas de Altamira. Su lápiz ha ilustrado goles que nunca vio y le contaron de oídas para reproducirlos en prensa. A ese género pertenece la dedicatoria de una novela de Diego Carrasco en la que se relata gráficamente un gol de David Platt a Bélgica a pase de Paul Gascoigne. Pedro Castro es el padre biológico de Rubén Castro y el padre artístico de Percus, un héroe del cómic, la historia de un percusionista que era un manitas con el ordenador. Acude a la figura de Stevenson y se ubica en la planta alta de su casa de Dos Hermanas haciendo los encargos de diseño del doctor Jekyll y en el sótano dando rienda suelta a sus veleidades musicales de mr. Hyde. El año pasado hizo la gira mundial con sus vecinos, Los del Río; viajó con los cantantes de Macarena por Puerto Rico, Chile, Argentina, Egipto y media Europa. Como buen ilustrador, dibuja un paréntesis y se mete dentro. El viernes hizo un corchete en el túnel del tiempo y se reencarnó en su hijo Rubén, al que acompañó en su gira mundial por la memoria. Juntos en un viaje equinoccial a batallas medievales y sueños psicodélicos, cuando el duro era más sólido que el euro y Bob Dylan más creíble que Dios; cuando vio a la primera puta de su vida con el escaparate puesto: compro, vendo, cambio.

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