Roland Petit presenta hoy en el Festival de Peralada su versión renovada de "El lago de los cisnes", de Chaikovski
El príncipe es princesa y el cisne es el hombre. Roland Petit (Villemomble, Francia, 1924) da la vuelta al clásico ballet de Chaikovski El lago de los cisnes y en su última coreografía al frente del Ballet Nacional de Marsella lo convierte en un negro drama psicológico de trágico final. Esta brillante versión que el genial coreógrafo hace de uno de los más populares ballets de la historia de la danza, estrenada con gran éxito en Marsella el pasado mes de marzo, se presenta hoy y mañana por primera vez en España en el Festival de Peralada. Tanto ha personalizado Roland Petit este clásico de Chaikovski que hasta le ha modificado el título para convertirlo en El lago de los cisnes y sus maleficios en un intento de subvertir y actualizar la leyenda sajona del lago encantado. La partitura de Chaikovski, adaptada y revisada una y otra vez a lo largo de la historia, es aquí de nuevo manipulada por el compositor y director de orquesta de origen rumano Edgar Cosma, quien se ha encargado de adaptar la partitura a la visión coreográfica que Petit tiene de la obra. Respetando el original, aunque ha compuesto algunas introducciones, Cosma añade a la parte musical un cuarteto instrumental de piano, violonchelo, contrabajo y arpa que se ejecuta en vivo durante las representaciones, mientras que la partitura de Chaikovski se presenta pregrabada. Petit se ha inspirado en sus dos musas, las bailarinas Altynaï Asylmurova y María Giménez -que será quien interprete la obra en las dos representaciones de Peralada-, para crear la coreografía, inspirada libremente en la tradicional de Marius Petipa. Aquí, sin embargo, no hay tutús ni zapatillas rosas, sino un sobrio vestuario creado por el modista Hervé Léger, que para los diseños masculinos ha contado con la colaboración de Ermenegildo Zegna. María Giménez, la princesa enamorada del joven (Massino Murru, hoy, y el belga Jan Broeckx, mañana) que el maléfico hombre de negro, el brujo Rothbert (el bailarín cubano Lienz Chang), convierte en cisne para así eliminar obstáculos a su lascivia, que Petit muestra de forma ostensible en escena, se inmola al final tirándose al lago, literalmente convertido el escenario en una piscina, como única vía para permanecer unida a su amado cisne herido. Petit carga de psicología su versión de El lago de los cisnes, que requiere de sus protagonistas, especialmente de la aquí princesa, no sólo una depuradísima técnica, sino unas grandes dotes de interpretación teatral para un personaje en el que se mezclan la tragedia, la ironía y el inmenso peso de la fatalidad. Con esta coreografía, Roland Petit dijo adiós al Ballet Nacional de Marsella, a cuyo frente ha estado 25 años de su vida llenos de éxitos y sólo unos pocos fracasos, que no han ensombrecido la brillante carrera de uno de los mitos actuales de la coreografía.
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